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la cuarta pared

martes, 26 de diciembre de 2017

Review: BRIGHT


By on 7:34 p.m.



Bright es una gran apuesta de Netflix. Una apuesta importante. Con un presupuesto oficial de 90 millones de dólares, un director taquillero como David Ayer (podemos criticar horas y horas Suicide Squad, pero aún así logró recaudar casi U$S 800 millones a nivel global), y un elenco compuesto por figuras populares y/ó reconocidas por la crítica (Will Smith, Joel Edgerton, Noomi Rapace), Bright es el primer intento del servicio de streaming por demostrar que no sólo sabe crear buenas series, sino que también puede hacer superproducciones como las de Hollywood. Pero la verdad es que el resultado final se queda a mitad de camino.

La película debutó el pasado viernes 22 de diciembre, por lo que, si esa noche no saliste a celebrar con tus amigotes, era una más que interesante opción para disfrutar durante la cena. Por ese mismo motivo, al hablar posteriormente con mi familia y amigos en Nochebuena y Navidad, me enteré que varios tuvieron la misma idea nada ingeniosa y ya la habían visto. Y todos llegamos a la misma conclusión: "Daba para más la historia. Daba para una serie".

Sin especificar el año exacto, Bright transcurre en la ciudad de Los Angeles y plantea un mundo bien actual sin vehículos futuristas ni nada bladerunneresco. La única diferencia es que... bueno, nos enteramos que hace unos 2000 años hubo una guerra que enfrentó a humanos, elfos, orcos y un Señor Oscuro. Y hoy en día, todos conviven "en armonía". Ah, también hay hadas que son tratadas casi como una plaga. Y dragones, pero a esos sólo los vemos volando de fondo en un plano general (de hecho, en ningún momento algún personaje hace referencia a la existencia de dragones; es como si se hubieran decidido a agregarlo por CGI a último minuto en la sala de edición). Como habrán percibido, la historia es una mezcla entre End of Watch (el excelente policial dirigido por el propio Ayer en lo que parece haber sido décadas atrás) The Lord of the Rings (¡hay elfos y orcos!). Hasta ahí, el cóctel suena más que interesante, y de hecho lo es, pero cuando le sumamos una pizca de Suicide Squad (me resultó imposible no recordarla en los créditos iniciales) y de Lethal Weapon (con su "pareja dispareja" protagonista), bueno... el resultado comienza a perder el gustito a identidad. Porque me olvidé de mencionar que también existe la magia hecha y derecha en este mundo, con varitas que son definidas como "una bomba nuclear que concede deseos", aunque en realidad sólo la vemos hacer explotar gente. Y profecías. También hay profecías, sí señor.

"Hoy, en POLICÍAS EN ACCIÓN... ¿a quién le tocará ir a buscar la pizza?"

Joel Edgerton interpreta a Nick Jakoby, el primer oficial orco incorporado a las fuerzas policiales humanas en un intento de corrección política y sana convivencia entre ambas comunidades. Su compañero es el oficial Daryl Ward, un Will Smith que prácticamente repite su papel de Bad Boys (aclaro que Bad Boys II me encanta) y que, en definitiva, sigue siendo Will Smith. Quizás para sorpresa de muchos, aún debajo de una máscara de látex que lo hace irreconocible, el orco de Edgerton es quien genera más empatía en el espectador. Jakoby es un ser repudiado tanto por sus compañeros policías (lo culpan de ayudar a escapar al orco que baleó a Ward) como por su propia raza por no tener "sangre pura". Y aún así, Jakoby rema contra la corriente de un lado y del otro, tratando de ser optimista y hacer lo correcto, incluso pecando de cierta ingenuidad en algunas instancias. Smith podrá hacer sus comentarios sarcásticos y chistes obligados, pero es Edgerton quien termina arrancándote una risotada por ser gracioso sin intentar serlo.

El elenco principal se completa con Noomi Rapace como Leila, una elfa mala que quiere traer de vuelta al mencionado Señor Oscuro; Lucy Fry como Tikka, una elfa arrepentida (!) que se robó una poderosa varita mágica y busca la ayuda del dúo protagonista; y Edgar Ramírez como Kandomere, un agente del "FBI de la magia" que termina aportando mucho menos al desarrollo de lo que amaga en un comienzo. A decir verdad, ninguno de ellos aporta demasiado a la trama y hasta por momentos parecen desaprovechados. Los protagonistas acá son Smith y Edgerton. Punto.

Los orcos también sufren el bullying.

Como dije antes, el mundo planteado por el guionista Max Landis (Chronicle, Dirk Gently's Holistic Detective Agency) es más que interesante. Pero definitivamente le falta desarrollo. En sólo 2 horas de duración, Landis y Ayer intentan mostrarnos un viejo mundo nuevo con una sociedad netamente clasista, donde los elfos son el famoso 1% y sólo manejan autos de lujo, los orcos están relegados a los barrios bajos y las pandillas, y los humanos son la clase media trabajadora que intenta llevarse bien con todos (o no). Pero a esto además hay que sumarle la propia discriminación existente dentro de la raza humana: en una escena, el personaje interpretado por Jay Hernández menciona que el maltrato a los mexicanos por parte del ciudadano norteamericano jamás cambió, comparándolo incluso con el maltrato que reciben los orcos. Y justamente ahí hace su aparición el elemento más desprolijo y pretencioso de la película: las alegoríasBright intenta plantear metáforas sobre la discriminación étnica y las diferencias sociales, como una suerte de "Tolkien con conciencia social", pero ni siquiera llega a lo que supo hacer Neill Blomkamp con su District 9 hace unos años. Los realizadores simplemente se quedan sin aire en pleno discurso. ¿Falta de ideas o falta de tiempo? Apostaría por la segunda, agregando que un formato serial, aunque sea de seis o siete episodios, quizás le habría venido mucho mejor para profundizar los conceptos planteados.

Tras las cámaras, el director vuelve a jugar con su fetiche narrativo: historias que siguen a un reducido grupo de personajes y transcurren en una sola noche. Desde lo visual, los FX y el maquillaje son más que correctos (nada de bigotes borrados digitalmente acá), pero las escenas de acción carecen de ese punch extra que le ayudaría a destacarse un poco más: los tiroteos y persecuciones son las habituales, y la utilización de la varita es como si Hogwarts reabriera una sucursal de Lasershot en el conurbano. El problema no es si las escenas son malas o no, sino que no aportan nada novedoso: ningún truco de cámara, ningún montaje copado, ningún efecto visual nuevo... nada. Comés dos pedazos de pan dulce y ya las olvidaste por completo, pensando en por qué la gente le sigue poniendo fruta abrillantada al pan dulce.

Chicos, chicos... hay elfos ninjas.

Ni lerdas ni perezosas, varias críticas internacionales salieron a catalogar a Bright como "la peor película del 2017". Tampoco la pavada, porque la verdad es que está muy lejos de serlo (¿tan rápido nos olvidamos de otras mierdas que realmente apestaron este año?), de la misma manera que estará lejos de convertirse en el éxito que deseaba Netflix, aún cuando la secuela ya está anunciada. Sólo el tiempo dirá si este es el comienzo de una exitosa franquicia o no. Lo más decepcionante de todo es que el mundo de Bright tiene el potencial de serlo, pero, irónicamente, en esta ocasión el gigante de las series quizás haya elegido el medio equivocado para mostrarlo.



VEREDICTO:  6 - BRILLANTE COMO CULO DE ORCO

Es evidente que Netflix le puso muchas fichas a David Ayer y Max Landis con la intención de crear su primera franquicia cinematográfica, pero Bright se encuentra con algunos obstáculos que dificultan su camino a la gloria: como película de acción, es una más del montón, sin nada que la destaque por encima del promedio; como historia que sirva de puntapié inicial de una saga, es rica en posibilidades narrativas pero carece del espacio y el tiempo para desarrollarlas (culpa del formato elegido); y como vocera de un mensaje socialmente relevante, por momentos se ve opacada por sus propias pretensiones alegóricas. No está ni cerca de ser "la peor película del año", pero podría haber brillado más, mucho más.


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