Una de las primeras reacciones que tiene uno al abandonar la sala luego de ver Un Viaje en el Tiempo es pensar "Esto debería haber estado mucho mejor". Y, en esos primeros instantes, uno no termina de dilucidar qué es exactamente lo que no funcionó... pero sabe que definitivamente NO funcionó. ¿Será que la historia no explica nada sobre su propia ciencia? ¿Será el aburrido clímax? ¿La Oprah Winfrey gigante? ¿O el clásico "un poco de todo"?
Basada en el libro escrito por Madeleine L'Engle en 1962, y dirigida por Ava DuVernay (Selma), A Wrinkle in Time (tal cual su título original) cuenta la historia de Meg Murry (interpretada por Storm Reid), una joven estudiante conflictuada luego de la desaparición, tres años atrás, de su padre, un renombrado físico (Chris Pine) que se encontraba en plena investigación sobre dimensiones paralelas junto a su esposa (Gugu Mbatha-Raw). La súbita desaparición del Sr. Murry y el total desconocimiento de su paradero tuvieron como consecuencia que Meg se vuelve introvertida e insegura de sí misma, muy distinto de lo que ocurre con su hermano menor, Charles Wallace (Deric McCabe), que es prácticamente un niño prodigio. Justamente es el pequeño quien una noche le permite la entrada a la Sra. Qué (Reese Whiterspoon), una misteriosa mujer que dice asegura que el Sr. Murry sigue con vida y que deben ir en su ayuda. Titubeante, Meg es animada por su hermanito para acudir al llamado de auxilio, junto a la Sra. Quién (Mindy Kaling) y la Sra. Cuál (Oprah Winfrey), la más antigua y sabia de este trío de deidades guerreras "defensoras de la luz". El último en sumarse es Calvin (Levi Miller), un compañero de Meg, porque... bueno, porque justo estaba ahí y es un buen pibe.
Qué, Quién y Cuál. Parece un chiste sacado de El Chapulín Colorado. |
Confieso que durante los dos primeros actos, Un Viaje en el Tiempo no me disgustó. La trama y el desarrollo tenían problemas, por supuesto, pero deeeentro de todo se me hacía llevadera. Quizás sea por mi niño interior, que por breves instantes me trajo recuerdos de cuando vi La Historia Sin Fin en el cine (sí, gente, la vi en un cine de la calle Lavalle al momento de su estreno); no porque sea parecida en su argumento o en su encanto (está a años luz de serlo), pero... no sé, había algo en esa lechuga gigante que me hizo recordar a Atreyu y Falkor. Hasta que llega al tercer acto, más específicamente el "clímax" (nótese las comillas): Meg se enfrenta a solas con el "villano" de la historia (no quiero spoilear, pero digamos que es algo tan abstracto y etéreo que parece inofensivo) y lo derrota prácticamente... saturándolo, como cuando hacés todo lo que le molesta a alguien para que se vaya solo en lugar de echarlo. La resolución es tan absurda y sentimentaloide que el espectador no puede evitar pensar "¿Listo? ¿Ya está? ¿Esta era la gran amenaza?". Todo se resuelve gracias a "el poder del amor", algo que ya hemos visto infinidad de veces y no precisamente porque sea un concepto fascinante (Jennifer Rush viene cantando al respecto hace casi 40 años).
DuVernay intenta crear un relato emotivo y sensible, pero rara vez lo consigue con las interpretaciones. En su lugar, recurre a la herramienta más berreta de todas las que tiene a su alcance: el soundtrack. ¿Vieron cuando cierto programa argentino donde bailan por un sueño utiliza esa musiquita (que en realidad pertenece a la banda sonora de Pearl Harbor, pero no viene al caso) para intentar hacer emocionar al televidente? Bueno, acá la directora utiliza canciones y ritmos actuales que por momentos no se sienten compatibles con las imágenes en pantalla; sólo faltó que suene "Despacito" y listo, cartón lleno.
Reunión de consorcio. |
¿Acaso hay algo para destacar del film? Sí, por supuesto. El vestuario y todo lo referente a maquillaje y peinado es excelente. Las tres "doñas" tienen más cambios de vestuario que Mirtha Legrand en la noche de los Martin Fierro; en especial la apacible Sra. Quién, una suerte de maravilloso mosaico multicultural que responde citando a autores o pensadores célebres (el equivalente a ese amigo, o primo en mi caso, que responde en el grupo de Whatsapp sólo utilizando gifs); sus vestidos manifiestan dicha variedad de culturas utilizando múltiples diseños y telas de diversas etnias.
También hay algunas secuencias realmente logradas desde el diseño de producción y el apartado visual, sean las flores corriendo, la "prisión" donde se encuentra el Sr. Murry, o las escaleras invisibles trazadas en AutoCAD que descubre Meg (perdón, pero hice el Industrial y durante años trabajé dibujando planos con AutoCAD: esas cosas me pueden).
Por el lado del elenco, Storm Reid logra que su debut sea convincente, mostrando a una joven heroína que aprende a valorarse a sí misma; es un buen rol modelo para las espectadores más peques de la sala. Respecto a los adultos, Reese Whiterspoon es tan verborrágica como siempre, mientras que Oprah Winfrey... ok, Oprah para los norteamericanos es una diosa televisiva (es increíble cómo la idolatran), así que el papel le sienta relativamente bien (aunque verla tamaño gigante es una imagen algo perturbadora). No obstante, no cabe duda que lo mejor es el pequeño Deric McCabe: su Charles Wallace es uno de esos niños demasiado maduros y avispados para su edad, logrando un buen equilibrio entre tierno y molesto.
Algunos sets son realmente interesantes en su diseño. |
VEREDICTO: 5.5 - TIEMPO PERDIDO
Un Viaje en el Tiempo tenía todo el potencial para convertirse en una película definitoria para toda una joven generación (especialmente de niñas lectoras), pero se queda sin cuerda a mitad de camino. Algunas decisiones cuestionables por parte de su directora (como el uso/abuso de canciones para tratar de compensar la falta de emotividad en las imágenes), un enemigo abstracto y un clímax totalmente chato y trillado, logran empañar los puntos positivos del film... que tampoco son muchos, a decir verdad. Esperábamos mucho más del film de Disney.
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