El día arrancó al mediodía. Tranqui, teniendo en cuenta que hay funciones desde las 9 de la mañana con Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (Tres Avisos por un Crimen, de Martin McDonagh), dentro del Panorama Autores. Protagonizada por Frances McDormand (Moonrise Kingdom, Fargo) y Woody Harrelson (War for the Planet of the Apes, True Detective), tiene un tono muy particular que la convierte en una gema. Una adolescente es asesinada, violada mientras agoniza y carbonizada. Su madre pone tres anuncios publicitarios en la ruta donde ocurrió el crimen, increpando a la policía a resolverlos. Esta consigna, que huele a "patada en los huevos y golpe bajo", es desarrollada con un increíble humor negro. Los personajes sufren todo tipo de abusos, violencia, las autoridades están completamente ausentes, hay enfermedades terminales, familias destruidas y todo es un bajón, pero no dejas de reírte un segundo. Consejo: si la interceptás por ahí y la ves, reíte sin culpa.
Inmediatamente después y a sala llena largó The Shape of Water (La Forma del Agua), de Guillermo del Toro. Con una estética visual (y moral) impecable, cuenta una historia de amor entre una cinéfila muda y una especie de monstruo de la laguna negra. Me extenderé al respecto en su correspondiente review, pero puedo anticipar que el amor de Del Toro por el cine traspasa cualquier frontera y te hace salir del cine sonriendo.
Sally Hawkins le pone huevos a su interpretación. Y al bicho, claro. |
En la sección "Una que viste mil veces y seguro tenés en tu casa pero no podés dejar de ver", fue el turno de Twin Peaks: Fire Walk with Me. En sus más de dos horas de duración, cuenta los hechos previos a la muerte de Laura Palmer, teniéndola a ella como centro de la acción. Quién es ella realmente, cuáles eran sus hábitos, quién la mató, todo a través de sus ojos. Lo mejor de verla en sala es lo linda que se ve Sheryl Lee en pantalla grande.
"Dale, fuego... caminá conmigo." |
La función de medianoche que cerró la jornada fue la francesa Laissez Bronzer les Cadavres (o Let the Corpses Tan, en inglés), de Heléne Cattet y Bruno Forzani, quien la presentó acompañado por Pablo Conde. A ver: es una película para ver drogado (no quiero hacer apología de las drogas, pero estaba en un estado de cansancio por el cual me dormía de a pequeños tramos, y verla con interrupciones me pareció una experiencia fascinante). En un tono que mezcla el western con una fragmentación formal digna de la Nouvelle Vague, la historia narra lo que pasa cuando un grupo de delincuentes se refugia en un caserón abandonado y llega un grupo de policías. Completamente experimental, sin aspiraciones de transparencia o de apegarse a alguna estructura clásica, es una película que te ataca los sentidos: te llena la vista de colores, con predominancia del dorado, te satura los oídos con la estridencia de sus disparos; más que película es una experiencia. Y por eso recomiendo las drogas, porque si intentás verla desde un costado racional, te morís de embole. La aventura pasa por otro lado.
Con mucho frío y flasheada por lo último que había visto, me fui a dormir, sabiendo que el día siguiente sería largo aunque... acá todos los días son largos y esa es justamente esa la gracia de venir.
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