La vuelta de Guillermo del Toro (Crimson Peak, El Laberinto del Fauno) a la pantalla grande prometía ser una caricia al corazón del cinéfilo. Si bien cuando un tipo amante del cine como él se sienta en la butaca de director es inevitable que el sentimiento traspase la pantalla, quizás situamos la vara demasiado alta al esperar algo que nos vuele la cabeza y terminamos engañados por nuestras propias expectativas.
Elisa (Sally Hawkings) es una empleada de limpieza de un laboratorio del gobierno, muda, inseparable de la verborrágica Zelda (Octavia Spencer). Su vida se vuelve emocionante cuando descubre en uno de los laboratorios a un monstruo acuático, interpretado por Doug Jones (el mismo que interpretara al Fauno y al Hombre Pálido en El Laberinto del Fauno, así como al anfibio Abe Sapien en ambas entregas de Hellboy), que es básicamente el clásico monstruo de la laguna negra, y decide liberarlo porque su vida corre peligro.
Contacto. |
Visualmente la película es una preciosura. Todo está dentro de una gama de colores verdosos que por un lado remite a las viejas películas de ciencia ficción de los años '50, particularmente a aquellas que se desarrollan justamente en laboratorios o naves espaciales, y por otro lado es como un pantano que, de alguna manera, simboliza el pantano en el que los personajes están sumidos: Elisa con una rutina casi milimétrica con sus rituales a diario, Zelda con una relación matrimonial que entiende que ha muerto hace tiempo, y Giles (Richard Jenkins), vecino de Elisa, un ilustrador que parece haber quedado fuera de la industria para siempre.
Elisa también recibe ayuda de parte del Doctor Hoffstetler (Michael Stuhlbarg), un científico que se niega a que se sacrifique a la criatura para estudiarla, al momento de crear un plan de liberación. Pero además de su aventura con el monstruo, nuestra muda protagonista tiene otro escape de su aburrida vida: el cine, con especial énfasis en las películas musicales. Este amor, que sabe compartir con su vecino y eventualmente con la criatura, no es más que el mismo amor de del Toro por el cine, que termina erigiendo un sincero y sentido homenaje al género, más profundo y auténtico que "otras películas ganadoras de algunos premios Oscar que ya pasaron de moda" [N. del E.: decí nombres, Ayi, ¡decí nombres!].
Michael Shannon siempre es garantía de calidad. |
La comunicación es uno de los grandes ejes temáticos puestos sobre el tapete, manifiesta a través de la ausencia de voz de Elisa, de su capacidad para comunicarse con la criatura, y del fin de la intención del Coronel Richard Stickland (Michael Shannon) de convivir armónicamente con su prisionero al enterarse que puede comunicarse (y efectivamente lo hace con la chica de limpieza): de pronto esta suerte de mascota se convierte en un potencial peligro.
Otra temática central es el clásico concepto de otredad: cómo lo diferente termina siendo víctima de aquellos que no pueden comprenderlo o aceptarlo, que sienten irrefrenables deseos de destruirlo, y cómo alguien, con una visión particular del mundo, logra superar cualquier tipo de barrera o prejuicio y acudir al rescate, poniendo su vida entera en peligro. Los personajes secundarios que se suman al rescate cuentan con un breve desarrollo que construye sus problemas y aspiraciones, que ayuda a reforzar la trama principal.
VEREDICTO: 8 - UN BICHO QUERIBLE
El hype previo le jugó en contra. No es una película que vaya a volarte la cabeza. Con una narración clásica, sólida y bien construida, a través de un universo visualmente impecable, La Forma del Agua se convierte en una propuesta prolija y llevadera que seguramente tocará los corazones de los espectadores más sensibles.
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