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la cuarta pared

martes, 20 de septiembre de 2016

Review: YO Y KAMINSKI


By on 12:45 a.m.

Wolfgang Becker, director de Good Bye Lenin! (2003), película icónica de la filmografía alemana que fue incluso nominada al Globo de Oro, está de regreso con una de las propuestas más interesantes del 16º Festival de Cine Alemán.

Manuel Kaminski (Jesper Cristensen) es un pintor ciego que ya vive completamente retirado en un casa de las afueras, bajo la tutela de su exigente y (aparentemente) refinada hija Miriam (Amira Casal). Por su parte, Sebastian Zöllner (Daniel Brühl) es todo lo contrario: un periodista con dudosos escrúpulos, buscando la gloria que Kaminski ya dejó atrás, mientras atraviesa una turbulencia personal.

La historia se centra en el pequeño lapso de vida que ambos personajes logran compartir. Zöllner ingresa en la vida de Kaminski a como de lugar, valiéndose mayormente de engaños y pequeñas coimas, pero en este caso el fin justifica los medios: el libro lo sacará de la zona gris de mediocridad en la que se encuentra, aún si en el proceso de escritura está en tela de juicio la veracidad de la ceguera del pintor. El periodista es un ser completamente avasallador, manipulador, egoísta, que no duda en llevar a Kaminski prácticamente secuestrado con la espera de hallar alguna revelación que haga su libro más sensacionalista. Pretende desenmascarar un secreto que no sabe si existe. Y al final, lo único que termina hallando, es el enorme, generoso, y lleno de gratitud corazón del artista.

Kaminski también tuvo un gran amor.

Si Zöllner no se erige como un villano, es por otra cualidad intrínseca que choca de manera directa con el mundo de Kaminski: es un personaje que pasa a menudo la línea de lo grotesco. Él representa lo físico, la consciencia del cuerpo, lo finito: es él quien come con dudosos modales, es él quien orina, es él quien tropieza, rodando colinas abajo y sudando. En el extremo opuesto Kaminski es un ser mucho más intelectual, representando la sabiduría, la afición por las artes, el talento. A lo largo del camino, la enseñanza es mutua: Kaminski termina con una relación más cercana con lo terrenal, con el tacto, con la tierra, mientras que Zöllner logra despojarse de algunas ambiciones y adquirir algo de la sabiduría del artista.

La película tiene un ritmo variado que sabe detenerse donde vale la pena y apresurar otros momentos: no va a las chapas pero tampoco es un relato aletargado. El uso del humor, en gags tanto físicos como de diálogo, y en escasas pero muy adecuadas situaciones desopilantes, refuerza las diferencias entre los dos personajes principales. Y no es casual que a lo largo de la cinta las situaciones cómicas vayan disminuyendo y todo se vaya tiñiendo, lentamente, de nostalgia y de sentimiento: es que la brecha entre ambos se achica, y el final de ese recorrido que comenzaron radicalmente opuestos los encuentra con un vínculo único.

Sebastian intenta que Miriam colabore con él.

Es destacable la armonía visual que tiene la propuesta: la paleta de colores del vestuario identifica con mucha fuerza a cada personaje y entra en contraste o en sintonía con cada ambiente de acuerdo al momento; ambientes también construidos minuciosamente, con texturas, formas y colores que los hacen completamente funcionales a la hora de enmarcar las acciones desde un costado más sensitivo.

(Yo y Kaminski puede verse en el marco del 16º Festival de Cine Alemán hasta el 21 de Septiembre)



VEREDICTO:  8.0 -  SÍ, BECKER REGRESÓ

El experimentado Becker regresa con una historia que condensa unos días compartidos por dos personalidades muy dispares, pero con una intensidad y unas consecuencias que quizás no hayan alcanzado en experiencias más extensas. Yo y Kaminski es un relato construido minuciosamente desde todos los elementos que arroja una gran armonía como producto final.


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