Vas al estadio a ver a tu equipo o a la Selección. Sabés que tenés buenos jugadores, un buen D.T., que en los últimos partidos vienen ganando y que los del otro equipo son unos muertos. Hace mucho que no vas a la cancha. Estás con ánimo. El partido se juega. Termina 0 a 0. Y pensás: "¿Qué carajo pasó?". Pero no hay respuestas, porque así es el fútbol: no es una ciencia exacta. El cine tampoco lo es, pero se acerca un poquito más.
En especial cuando la película en cuestión es mala (o por lo menos decepcionante), es más sencillo determinar qué salió mal. En el caso de No Llores por Mí, Inglaterra, las cosas que salieron mal son varias. Ninguna es en sí es lo suficientemente desastrosa como para desbarrancar todo el proyecto; es la suma de ellas lo que convierte a la nueva película de Néstor Montalbano en un lamentable fracaso.
¡El que no salta es un inglés! ¡El que - ah no, pará. ¿Todos son ingleses? Uff, bueno... me voy yendo. |
Es 1806, y los ingleses han tomado Buenos Aires. El general William Beresford (interpretado con aplomo por Mike Amigorena) necesita ganarse el respeto de los criollos. Decide introducir a la población colonial el juego del "football", para distraerlos mientras los británicos consolidan su poder. Beresford le encarga a Manolete (Gonzalo Heredia), un promotor de lucha libre de poca monta, que organice el primer partido de fútbol en suelo patrio. Manolete vendría a ser el protagonista de No Llores por Mí, Inglaterra, pero Montalbano y su co-escritor Guillermo Hough no lo desarrollan lo suficiente como para que el público se interese por él.
En lugar de eso, los co-autores se distraen con los otros personajes del reparto. Entre estos se destacan Diego Capusotto como un histriónico entrenador; José Chatruc, que hace de un indio que resulta ser un crack; y Mirta Busnelli como la madre de Beresford, una anciana victoriana amante del porro. De nuevo, ninguno de estos personajes es desarrollado, quedando como figuritas absurdas que a veces nos sacan una carcajada, pero que no ayudan a construir tensión para el final, cuando Liniers comienza la Reconquista.
Hay equipo, pero esta vez no es suficiente: No Llores por Mí, Inglaterra se vuelve en octavos de final. |
Montalbano se recuesta demasiado en un humor que sencillamente no está ahí. Y este no es el único defecto de la película. Yo entiendo que reconstruir la Buenos Aires colonial sea difícil, aunque solo sea virtualmente, pero el chroma key se nota, y mucho. También sé que no tiene sentido criticar los anacronismos de una película sobre un partido de fútbol durante las Invasiones Inglesas; sin embargo, esos anacronismos están ahí a propósito, tienen una intención: buscan causar gracia. Sin embargo, lo único que logran es que parecen perezosas excusas para chistes (mirá, un criollo con un spinner, ¡qué mordaz!).
El director buscó algo mucho más ambicioso que sus anteriores películas. Eso es loable, siempre hay que apuntar hacia las estrellas. El problema es que Montalbano no tiene el talento para hacerlo. Salí de ver No Llores por Mí, Inglaterra como salgo de una cancha después de un triste empate. No una derrota desesperante, sino un triste empate. O sea, la próxima vez se dará. Pero tal vez no.
VEREDICTO: 5 - DIRIGIDA POR HIGUAÍN
Ya sea como una comedia sobre fútbol, una épica histórica, o un comentario sobre la identidad argentina, No Llores por Mí, Inglaterra se siente como una oportunidad desperdiciada. Al guion le falta trabajo, recayendo demasiado en los actores la obligación de sacarnos algunas risas (la mayoría, como por ejemplo Capusotto o Busnelli, lo logran).
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