No sé cuántos días pasaron desde la última crónica. Pero lo importante es que tenemos salud. Hagamos una cosa: lo importante del festival son las películas, así que les omito toda la peripecia de las cosas que me hayan pasado y les tiro un salpicadito de apreciaciones de las que vi en los últimos días y no tienen su reseña propia.
Matar a Dios es gloriosa. Española, con un enorme aire a El Milagro de P. Tinto, cuenta cómo un enano que dice ser Dios aparece en una celebración navideña para plantearle a un matrimonio en crisis, el hermano de él y su cuñado, que arrasará con la raza humana y tienen hasta el amanecer para decidir y escribir en su cuaderno qué dos personas (presentes en la casa o no) son las elegidas para sobrevivir. En un marcado tono cómico, que pasa principalmente por los diálogos, y sin escatimar gore, es una propuesta sólida y atrapante. Sin dudas una de las mejores de la programación de este año. ¿A quién salvaría yo en esa situación? Si se trata de repoblar el planeta, sin dudas a Maru Botana y a El Diego. Afortunadamente para todos, la locura de Caye Casas y Albert Pintó se proyectará en el Buenos Aires Rojo Sangre.
How to Talk to Girls at Parties fue una de nuestras recomendaciones, y si bien no agotó entradas, la sala estaba casi al 100% de su capacidad. Lo que me llamaba la atención de esta película era la intriga que me generaba cómo se podría construir un largometraje en base al relato homónimo de Neil Gaiman, ya que plantea una situación muy chiquita. Lo que nos muestra John Cameron Mitchell es todo un mundo adicional al del relato. Enn (Alex Sharp) cae con sus amigos en una fiesta y se enamora de una chica allí presente, Zan (Elle Fanning). El tema es que todos en la fiesta, Zan incluida, son extraterrestres. El desarrollo de la trama se basa en mostrarnos más del universo de estos alienígenas (cómo se estructuran en castas, cómo son sus ritos), y adiciona una aventura de Enn y Zan, que quiere saber qué es el punk. Y quién mejor para enseñarle que Queen Boadicea, una Nicole Kidman devenida en una suerte de "punk fisura recuperada" que es el motor intelectual de un montón de adolescentes ávidos de dársela en la pera. Con un diseño de vestuario sobresaliente, si te agarra en un día sensible te puede llegar a hacer llorar.
Les Affamés, de Robin Aubert, es un relato post-apocalíptico de un mundo plagado por zombies que se desarrolla en un pequeño pueblo de Quebec. Si bien es entretenida y deja interesantes cabos sin atar adrede, no termina de aportar nada nuevo: es el devenir de los sobrevivientes que no saben dónde refugiarse o que se ven frente a la dura decisión de volarle los sesos a algún ser querido que ha sido mordido. Podría catalogarse como una reflexión francesa sobre el drama humano del fin del mundo. Lo mejor es la cantidad de sangre que desparrama para todos lados, que marca un fuerte contrapunto con el verde de los pasajes campestres.
A Hell of a Wedding (Seyed Reza Khaitibi Sarabi, coproducción entre Irán y Francia) es, en primer lugar, la propuesta más interesante que vi en cine respecto al uso del 3D. Realmente lo aprovecha para involucrar al espectador en la acción. Reza, un niño de unos 10 años, hermano de las insufribles mellizas Sara y Tara, va con su familia al casamiento del primo de su madre. Pero los anfitriones tienen un plan especial para todos los hijos de los invitados, que consiste en encerrarlos bajo la tutela de un espantoso hombre en zancos y un minion falopa, para que no molesten a los adultos. Los niños, con Reza a la cabeza, intentan escaparse o al menos conseguir comida o bebida, y descubren que los organizadores de la fiesta están involucrados en el narcotráfico. Llena de la frescura típica de las buenas películas protagonizadas por chicos, es entretenida y por momentos muy graciosa. Lo que me arruinó un poco la experiencia es que los subtítulos en inglés (impresos en la pantalla) estaban unos segundos adelantados, lo cual por momentos spoileaba lo que podía llegar a pasar después.
OH POR DIOS. |
Tokyo Vampire Hotel (de Sion Sono, programada en la sección que revisaba el cine coreano) se me hizo muy cuesta arriba. Está bien, era la función de la medianoche y había tomado unas cervezas antes de ir, así que este comentario puede no ser del todo objetivo. Más allá de que visualmente es una locura, la historia se me hizo muy difícil de seguir. Unos bebés habían bebido la sangre de Drácula y al cumplir los 22 años tendrían que hacer algo, que no recuerdo del todo bien. En una historia que mezcla tribus urbanas actuales y clanes legendarios, en su más de dos horas de duración, requiere toda la atención del mundo: necesitás entender cabalmente todo el universo que te muestra para poder seguir la acción. Está basada en una miniserie rumana, que tengo intenciones de buscar cuando vuelva a Buenos Aires.
Y creo que esto fue todo. Con más problemas técnicos (o quizás peor suerte) que en entregas anteriores, ya terminó la 32ª edición del festival. Pero esto no significa que en La Cuarta Pared nos vayamos a ir de vacaciones; ya mismo estamos arrancando nuestra cobertura del Buenos Aires Rojo Sangre.
0 comentarios:
Publicar un comentario