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martes, 28 de noviembre de 2017

Crónicas del 32º MDQ FEST - Día 7


By on 12:06 a.m.

El séptimo día era uno de los más esperados: arrancaba al mediodía viendo Donnie Darko, que si bien la vi mil veces, en cine es otra cosa (siempre en cine es otra cosa). Probablemente sea una de las mejores películas de los últimos 50 años. Y se ve que no soy la única que piensa esto, porque la sala (la enorme del Ambassador) estaba a más de la mitad de su capacidad, un logro muy significativo para las doce del mediodía.

La veríamos mil veces más.

Con la presencia de Adolfo Arrieta largó, casi a las tres en la sala 3 (una de las que me da vértigo), una función de dos mediometrajes en el marco de su retrospectiva: Tam Tam y Le Chateau de Pointilly. Claramente son obras de una etapa anterior a La Belle Dormant, de la que me había enamorado en su momento. Más cercano a la nouvelle vague, con un relato moderno y fragmentado, el primero cuenta la preparación de una fiesta, y el segundo es la voz de una chica controlada pero consentida por su padre, quien divaga con castillos y rebeldía. Si bien ninguno de los dos era lo que esperaba ver, eso no impidió disfrutarlos. Definitivamente Arrieta se ganó la sección con que el festival decidió homenajearlo este año.

El propio Adolfo Arrieta presentó Tam Tam.

Más tarde volví por una segunda dosis del director: Kikí, un corto donde el foco de conflicto es una gatita juguetona, me encantó (no, no voy a nombrar a mi gato de nuevo pero no saben todo lo que lo extraño). Merlin, una versión libre sobre la leyenda de los caballeros de la mesa redonda, se sumerge en un mundo de fantasía plagado de humor que te deja definitivamente con ganas de ver más.

Merlin.

Tenía la tarde libre, así que volví al departamento, me puse al día con un par de notas, pasé por el Bingo, perdí 80 pesos en los tragamonedas y regresé a sala a la medianoche para asistir a Lowlife

Lowlife es un dramón: una embarazada adicta a las drogas, una red de mafia, secuestros, violaciones y una mujer dispuesta a pagar dinero que no tiene para conseguirle un riñón a su esposo. ¿Por qué no es una patada en las partes? Porque el protagonista es El Monstruo, un mítico luchador de catch enceguecido con continuar con su legado, y un ex presidiario con una esvástica tatuada en la cara. Llena de acción, gore y con una temporalidad atrapante, te obliga a ponerle un ojo encima a su director, el debutante Ryan Prowns, y seguirlo bien de cerca.

Conozcan a El Monstruo.

Muerta de frío y con llovizna, volví al departamento. El día siguiente, si todo salía bien, me esperaban cinco películas y unas birras.


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