Estrenada en medio de un escándalo en el último Festival de Cannes (porque sentaba precedente y abría la puerta a la participación de películas que no hayan pasado por la pantalla grande), el miércoles pasado Netflix lanzó Okja, lo último de Joon-ho Bong. Las intenciones de generar una bajada de línea con conciencia ecologista son claras desde el primer momento, la pregunta entonces es: ¿lo logra?
Okja sitúa su historia en un posible futuro en el que Mirando, una poderosa corporación, crea a partir de diferentes manipulaciones genéticas una especie de cerdos enormes (parecidos a elefantes) con miras puestas en que darán una carne mucho más sabrosa que los animales sin manipular, además de ciertos beneficios económicos superiores a la producción tradicional. Plantean una (a mi entender absurda y estúpida) maniobra de marketing mediante la cual dejan los cerdos libres a lo ancho del mundo por 10 años, tras lo cual los recuperarán y los harán competir entre sí por el título del mejor súper cerdo.
En este contexto, en Corea del Sur, Mija (Ahn Seo-hyun) es la encargada de cuidar a Okja, la súper cerda que le fue asignada. Vivieron juntas en contacto con la naturaleza y revolcándose en el pasto, estableciendo un vínculo afectivo muy grande. La aventura comienza cuando la empresa recupera a Okja para hacerla participar del concurso, y Mija, ayudada por los rebeldes de la agrupación ALF, y separándose de su familia, parte para reencontrarse con su cerda.
Sin lugar a dudas, lo mejor de la película son dos de los personajes secundarios: por un lado, las gemelas Mirando (Tilda Swinton), dueñas de la empresa y villanas que se complementan mostrando dos caras (crueles ambas) de un capitalismo salvaje y despiadado. Y por el otro lado Johnny Wilcox (Jake Gyllenhaal), un zoólogo-showman, la cara visible de la estrategia de marketing de Mirando, un tipo completamente extravagante, extrovertido, que impregna la pantalla con su presencia y no deja de tirar magia a cada segundo. Que Suicide Squad tenga un Oscar y Gyllenhaal a esta altura de su carrera no, demuestra lo absurdo del criterio de Hollywood para otorgar reconocimientos.
Si bien la aventura es entretenida y sus dos horas de duración resultan llevaderas, Okja peca completamente de tibia. La relación entre la niña y la cerda no genera identificación ni emoción (no sentís lo que te generaban Elliot y E.T., por ejemplo), la peripecia del rescate no te emociona, y el intento de mensaje sobre el maltrato animal en la cadena de producción, el consumo de carne y todo el blablabla sobre el capitalismo se desdibujan en medio de una estilización similar a la que sufre el mensaje sobre el bullying en 13 Reasons Why. Se dice mucho que "Disney esto, que Disney lo otro", pero Netflix opera de una manera similar: arrasa con cualquier profundidad u oscuridad que puedan tener sus productos, algo que ya hablamos cuando mencionamos su remake de The Revenants. Quizás su único producto que tiene la crueldad y el despotismo que merece sea House of Cards, sin medias tintas ni edulcorantes.
VEREDICTO: 6.0 - OK... JA
Entretenida y prolija, con momentos de comedia física que realmente causan gracia, Okja pesa más por la posibilidad desaprovechada de generar un producto que lleve a la reflexión, que sea incisivo, que hurgue en las miserias del ser humano y del sistema capitalista. Espejitos de colores y falsa profundidad, lo que parece ser el sello distintivo de las nuevas producciones de Netflix.
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