BARS 17: Videoclub

El Viernes 28/10 debutaron las producciones nacionales en la categoría de Competencia Bizarra. A las 22 horas, con una sala muy ansiosa por la proyección, los Cosamostra Producciones (Fabián Moreno, Mariana Catanzaro, Christian Miani, Jeremías Alamos e Ivan Rivelli) llegaron con Videoclub, su última producción. Tras una breve introducción se dio inicio a la peli, y acá te contamos qué nos pareció.

Videoclub se sitúa en el 2001, en plena crisis. Esteban tiene un videoclub que, además de estar quedando obsoleto, sufre la debacle en primera persona; cuando tiene que ajustar su bolsillo, lo primero que uno recorta siempre es todo lo relacionado al ocio y a la cultura. Esteban sabe que hay algo que podría salvar sus finanzas: empezar a alquilar pornografía, pero se resiste estoicamente. Y la simpatía que siente por Verónica, una clienta súper conservadora que ama el cine pero también se opone al género, hacen que considerar esa opción sea casi imposible, aunque sabe bien que es más la gente que entra preguntando por porno que alquilando algo de su catálogo. Pero claro, todos tenemos un precio, y Esteban, con unas finanzas desatrosas que le ponen la soga al cuello, acepta algunas películas XXX de su proveedor para probar cómo andan. Y sí, funciona.

El hecho de aceptar incorporar estas películas a su catálogo es el puntapié inicial para una aventura llena de misterio, gore y tetas. Esteban cree descubrir que en una de las cintas, bajo un seudónimo, actúa la mismísima Verónica. A partir de este punto, se van dando varias incógnitas cuya respuesta es otra incógnita y así, improvisando ciertos dotes detectivescos, nuestro protagonista se embarca en una búsqueda (no queremos spoilear, por eso lo vago de la sinopsis, eh).

La historia está muy bien pensada y construida. Opera en Esteban un arco de transformación que lo lleva de un estado inicial en un estancamiento casi insostenible a una búsqueda que lo moviliza, lo saca del videoclub, le da un objetivo más grande que simplemente llegar a fin de mes.

El póster oficial.

Con "la excusa" de mostrar un videoclub, los realizadores ponen de manifiesto su cariño al cine y cierta cinefilia: los títulos que aparecen en sus cajitas no son azarosos. Las rutinas de Esteban rebobinando las cintas y acomodando las fichas de los clientes tienen una carga nostálgica innegable.

Sabemos bien que, en este festival y en esta categoría sobre todo, no vamos a ver superproducciones a nivel técnico. Pero amén de ello, Videoclub se deja ver perfectamente: los encuadres muestran lo que tienen que mostrar y el montaje establece un ritmo llevadero. Sí es cierto que en algunos momentos el audio presenta algunas desprolijidades pero esto no impide disfrutar de la peli y, además, lo más corregible en una película, si surge la necesidad de hacerlo, es la banda sonora.

Debo confesar que cuando hicieron la presentación de la película me asustaron un poco: pidieron, medio en chiste y medio en serio, que "no seamos Polinos" a la hora de verla y que intentemos disfrutarla a pesar de sus defectos. A sabiendas que duraba una hora, imaginé, a pesar de ello, que tendría que remar en dulce de leche para mantener mi atención en la pantalla. Y nada que ver: Videoclub tiene una buena historia muy bien contada, cuyas ganas e intenciones superan con creces alguna que otra imperfección técnica.