Cada tanto sale alguna película que, sin ser una obra maestra, es sorprendentemente actual. Es el caso de Home Invasion, que nos cae en este momento en el que la defensa propia está en boca de todos. ¿De verdad tenemos que aclarar de qué hablamos? ¿No miran la tele ustedes? (¡Lo bien que hacen!)
Una noche, mientras Chloe (Natasha Henstridge) cena con su amiga Alice (Johannah Newmarch), en su casa enorme alejada de la civilización, un extraño automóvil, aparentemente perdido, aparca en la entrada. Alice, a pesar de la tormenta, sale a ver qué necesitan, pero es acribillada a tiros por el conductor. Y ahí comienza la pesadilla. Chloe se pone en contacto con el 911 (que no es el 911, sino que son los ladrones interviniendo la línea) y posteriormente con Mike (Jason Patric), el asesor de la empresa de seguridad que monitorea las cámaras de seguridad de la casa. Porque la casa de Chloe y su hijo Jacob (William Dickinson) es una auténtica fortaleza: sistema de seguridad centralizado, cámaras de seguridad, control remoto de aperturas, y todos los chiches. Los ladrones tienen un plan muy claro y preciso: usan aerosol para tapar las cámaras y complicar a Mike, tienen un cómplice en las afueras que se encarga de demorar la llegada de la policía local además de herramientas de última generación que incluyen explosivos.
El lider de la banda. |
A partir de la irrupción, se dan las diferentes líneas narrativas: los ladrones (con detectores de metales incluidos) buscando algo en la casa; madre e hijo tratando de escapar sin ser detectados; y Mike intentando ayudarlos, a la vez que va monitoreando a los ladrones, intentando contactar a la policía y a los vecinos. Lo atrapante de la trama es que no sabemos qué están buscando los ladrones. De hecho, ni siquiera la dueña de casa lo sabe, porque es algo oculto por su esposo. Y ahí se justifica toda la parafernalia tecnológica de la casa: ¿qué es lo que guarda David (el esposo a quien nunca vemos tampoco)? ¿Por qué lo busca con tanta vehemencia esta banda de delincuentes?
El plan, milimétricamente trazado por los maleantes, tiene algunas fallas, las cuales son aprovechadas por las víctimas para acercarse cada vez más a la salida. Pero el clima y los infortunios parecen estar del lado del crimen y cada tanto afloran como un obstáculo más, generando una atmósfera de tensión y dinamismo que hace que la hora y veinte que dura la película se pase volando.
Patric, el empleado del mes. |
Es importante señalar el enorme protagonismo de la casa: esa fortaleza enorme, llena de recovecos y habitaciones, con un sistema de seguridad casi estrafalario se convierte en un personaje más. Los miles de escondrijos que van ayudando a los personajes a huir o los dejan momentáneamente a merced de los ladrones, son posibles gracias a que la casa nunca es presentada en su totalidad, entonces en cada momento vamos descubriendo nuevo rincones.
Los puntos fuertes de la película son claramente el sonido y el montaje. El sonido, tanto por la tormenta en contraste con la necesidad de escabullirse en silencio está construido de manera tal que te insta a quedarte callado, inmóvil, cuando los protagonistas están en peligro. Y el montaje se va acelerando conforme llega la resolución, remarcando el plazo temporal que tienen los delincuentes para cometer el crimen y con ello el tiempo que le queda a los protagonistas para ser rescatados.
Madre e hijo agazapados |
Es una película interesante porque, por un lado, rescata esta idea de McGuffin hitchcockiano, donde una de las cosas que nos mantienen más atrapados en la trama es justamente el no saber cuál es el verdadero objetivo; el otro punto fuerte es el debate sobre el valor de la vida humana que propone: entre los delincuentes hay claramente dos posturas opuestas al respecto de las víctimas, ideas que chocan y comienzan a generar fisuras en el plan, lo que nos abre la puerta a nosotros, espectadores, a hacer la misma pregunta.
¡Vale la pena!
¡Vale la pena!
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