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la cuarta pared

sábado, 2 de enero de 2016

STAR WARS: El despertar de Ayita


By on 12:41 p.m.



De todas las cosas atípicas que puede tener una nota de La Cuarta Pared, este texto reúne la gran mayoría. En primer lugar, porque es una experiencia completamente subjetiva y personal, y en otro orden de cosas, porque soy yo -Ayi Turzi, mucho gusto- hablando de Star Wars; ese fenómeno que nunca comprendí, que siempre miré desde afuera, que me aburrió sobremanera las veces que intenté abordar su universo... hasta que llegó The Force Awakens ("El despertar de la Fuerza", en este lado del continente).

No comprendía la emoción de todos aquellos que, entrada en mano y comprada con meses de anticipación, aguardaban el estreno. Y eso que soy lo suficientemente manija como para, por ejemplo, haber visto X-Men: Days of Future Past dos veces, una detrás de otra, el día de su estreno; o haber ido a ver Mad Max: Fury Road en 3D el primer día en salas, y en 2D al día siguiente; o sentarme y comerme la última temporada de House of Cards completa y de corrido el mismo día que salió en Netflix.

Pero aún así, el universo creado por George Lucas no entraba jamás en ese tipo de ansiedad dentro de mi estructura mental. Las veces que traté de ver la trilogía original me aburrí, y respecto a la nueva, los recuerdos que tengo son de pésimas actuaciones sumadas a convulsionantes efectos visuales. Y eso que de chica me deben haber sentado más de una vez a verlas, porque soy hija de una señora que prácticamente es fundamentalista de la saga. Pero o me dormí, o me imaginé otra peli, o simplemente me fui de frente a la televisión.

¿Por qué tanta emoción por toda esta gente? ¡Mí no entender!

Pero La Fuerza actúa de maneras misteriosas... porque he aquí que el Viernes pasado me agarró sin computadora, sin nadie libre para ir a almorzar, y con entradas gratis para el cine. Al analizar la cartelera, Star Wars se convertía claramente en mi única opción viable. Pensando más que nada en el aire acondicionado del cine, me subí a la bici y salí. Y no podrás creer lo que sucedió a continuación...

Encontré básicamente una puerta lateral por la cual entrar a un universo que me había repelido toda mi vida. Ver una repetición eterna de Han Solos y Darth Vaders en muñequitos, tazas y cuanto merchandising se me ocurra me generaba un empacho, una sobredosis, una saturación mental inexplicable. Los veía (y ahora los veo más que nunca) en todos lados, hechos piezas de colección, pero al verlos en acción me decepcionaban, me aburrían, no me interesaban. Nunca podría sumergirme en una historia de su mano, porque su sola presencia ya me generaba urticaria. Pero entonces vino J.J. Abrams y trajo a Finn, a Rey, y a (mi nuevo novio imaginario) Poe Dameron; gracias a ellos pude engancharme, llegar a los otros personajes. Porque todos sabemos que Luke es el hijo de Vader, pero no sabemos quién es Rey. La novedad, la caducidad del spoiler a viva voz y la eliminación del camino inverso al que transité con las originales, de ver por ejemplo la parodia de Family Guy y después intentar abordar la película diciendo "en el dibujito es más divertido", eso es lo que me llenó la panza de cine. La revisitación sobre la revisitación sobre la revisitación otra vez de la saga es lo que me había llevado a alejarme de ella, a ponerme una especie de bloqueo mental, de "¡No pasarán!" gandalfiano, de no querer ver historias que vox populi ya conocía en personajes que no me atraían.

Ay, Poe <3 ... piloteáme la turbulencia hormonal.

Pero The Force Awakens es otra cosa. Quizás hilando fino se pueda volver una especie de "versión femenina" de A New Hope, porque... sí, lo que me dí cuenta después de verla es que, a lo Slumdog Millionarie, es increíble la cantidad de cosas de la saga que sé que no sabía que sabía; o sea, no me sé todas las galaxias, todos los planetas y todas las genealogías de los personajes, pero de pensar que sabía cero a notar que ese cero no es tan absoluto me sorprendí a mí misma. Probablemente sea también ese protagonismo femenino lo que me enganchó. Vaya uno a saber.

El tema es que me encontré con una historia atrapante, con el peso visual justo y necesario, alejadísima del "Síndrome Michael Bay", y que me mantuvo lejos del celular en sus dos horas de duración. Lo cual, de acuerdo a mis niveles habituales de atención, es un terrible logro.


Ahora sí tengo ganas de ver las otras películas. No por la "obligación moral" de "si te gusta el cine tenés que ver Star Wars" (?), sino porque, por primera vez en la vida, me dio curiosidad genuina. A la vez que actúa como continuación para el fundamentalista, actúa como puerta de entrada para el escéptico. Porque no tenés que saber nada de la saga para disfrutarla, podés quedarte afuera de algunos guiños, pero ¿sabés qué? Eso es justamente lo que te genera ganas de hacer una maratón de las otras seis películas. Y a mis 30 años, honestamente, creí que nunca llegaría ese momento.


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