¿Alguna vez has pensado en tener hijos? Yo sí. Muchas veces. Más incluso de lo que he pensado en el proceso requerido para concebirlos. Y aunque no tengo pruebas, creo que quienes lo hacen son muchos más de los que se animarían a decirlo. La idea suele ser tener bebés una vez que los demás temas de la vida (la educación, la carrera, las relaciones amorosas) estén perfectamente solucionados. O sea, ¿sino qué otra cosa vas a hacer? Se podría decir que un hijo es una responsabilidad que uno se gana después de triunfar en la vida, y que ese triunfo es definido por la capacidad que uno posee de criar y proveer todo lo que necesita un bebé. Es como un relojito suizo, ¿no?
Bueno, no: ni esforzarse hace falta para descubrir que muchos padres no están capacitados para serlo. Les falta la educación, la paciencia, los recursos, para asegurarle a un niño una infancia feliz y plena. Lo peor de todo esto es que, casi siempre, los padres defectuosos saben que no tienen lo que se requiere para cumplir su papel. Llegan, por falta de opciones, a la conclusión de que pueden compensar todo eso amando mucho a sus hijos, protegiéndolos hasta límites impensables, haciendo cosas totalmente anormales con tal de demostrarse a sí mismos que merecen poder criar a una criatura.
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| ¡Papá se volvió loco! ¿O está diciendo la verdad? Joaquín Furriel es el protagonista de El Hijo (no la de los Dardenne) |
¿Cuál es la forma correcta de criar a un bebé? ¿Qué límites existen para los padres a la hora de proteger a sus hijos? ¿Hay acaso momentos en los que esas reglas pueden romperse? Cualquiera que piense en ser padre o madre debe hacerse estas preguntas desde mucho antes siquiera de empezar una relación amorosa seria. El Hijo, la nueva película de Sebastián Schindel, basada en un cuento de Guillermo Martínez, podría haber tratado de abordar estas preguntas, pero no lo hace.
El Hijo tiene lugar en dos líneas temporales. En la primera, conocemos al pintor en decadencia Lorenzo Roy, interpretado por Joaquín Furriel, cuya joven esposa noruega Sigrid (Heidi Toini) está esperando su primer hijo. Él tiene dos hijas a quienes nunca ve y ella perdió un embarazo en el pasado, así que están muy ansiosos por la llegada del bebé. La segunda línea temporal tiene lugar un año después del parto: Lorenzo está en prisión, acusado de violencia doméstica, pero él jura que es inocente y que Sigrid se ha vuelto loca y ha reemplazado a su hijo con otro bebé.
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| "Debiste haber usado forro". Martina Gusmán y Luciano Cáceres tratan de consolar a Furriel. |
Manejar dos líneas temporales siempre es un desafío, algo más fácil de llevar a cabo en un cuento que en un guión. No siento que el guionista Leonel D'Agostino lo haya manejado de la manera más correcta. Los saltos de una historia a la otra casi nunca se sienten justificados, no hay un flujo convincente en la trama. Claro que aquí también tiene que ver la edición; en ese aspecto, el problema resulta, al final, no ser tan grave. La buena labor no se termina con el montaje. La dirección de arte de Daniel Gimelberg crea espacios que siempre contribuyen a la historia y a la atmósfera del filme sin notarse demasiado.
Además, son sets que funcionan perfectamente como escenarios para el elenco. Salvo por Furriel (quien ya había trabajado con el director en El Patrón: Radiografía de un Crimen), ninguno tiene mucho que hacer pero aún así son creíbles. Schindel, más que nada, busca crear una atmósfera tétrica. Si bien el resultado dista de ser un fracaso, sí requiere caer en una propuesta narrativa más sencilla.
VEREDICTO: 7.5 - ¿ALGUIEN QUIERE PENSAR EN LOS
NIÑOS?
NIÑOS?
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