Nunca supe muy bien cuál era mi problema con Pablo Trapero. Todas sus películas son aclamadas al estrenarse y además han tenido un paso admirable por festivales internacionales. Sin embargo, algo en su obra siempre me causó rechazo. Hay como una frialdad en su propuesta estética y narrativa, una distancia que no sabía cómo identificar salvo al hablar de mi película favorita de su filmografía, Mundo Grúa, que para mí, solía decir, tiene corazón. Ahora llegué a una conclusión mucho menos inocente: son los personajes.
Mundo Grúa me gusta porque el protagonista, Rulo, es un personaje simpático con el que empatizás de inmediato. En el resto de sus películas, desde El Bonaerense para adelante, es más difícil para el espectador involucrarse con los personajes, y no precisamente porque no se pueda empatizar con ellos. El estilo de Trapero siempre nos mantiene a distancia de los hechos que ocurren en pantalla, a pesar de que sus historias pidan una cercanía más eficiente. Este sello autoral (no me animo a definirlo como "falla") también se ve en su nuevo film, La Quietud.
Mi familia es un dibujo (y no uno muy lindo, sino más bien uno de Munch o Schiele). |
El título proviene de la estancia en la que viven los Montemayor, una familia aristocrática en decadencia (por el paso del tiempo más que por otra cosa). Cuando el anciano patriarca de la familia sufre un ACV, su hija mayor, Eugenia (Bérénice Bejo), vuelve de París, donde vive con su marido, para acompañar a su madre y a su hermana Mía (Martina Gusmán). La Quietud empieza bastante bien, con el reencuentro de Eugenia y Mía: el lazo íntimo que las une es ilustrado perfectamente en la escena más sexy del año, una de las mejores secuencias de la carrera de Trapero.
Más tarde conoceremos los problemas individuales de las hermanas: la aparición del ex-amante de Eugenia (Joaquín Furriel) y el conflicto de Mía con su madre, una típica señora oligarca encarnada de forma brillante por Graciela Borges, y con su propia salud mental, sacudida por la delicada condición de salud de su padre. Con su habitual y contundente estilo visual, Trapero examina en detalle las relaciones de todos los personajes.
Más tarde conoceremos los problemas individuales de las hermanas: la aparición del ex-amante de Eugenia (Joaquín Furriel) y el conflicto de Mía con su madre, una típica señora oligarca encarnada de forma brillante por Graciela Borges, y con su propia salud mental, sacudida por la delicada condición de salud de su padre. Con su habitual y contundente estilo visual, Trapero examina en detalle las relaciones de todos los personajes.
Graciela Borges se destaca en el gran elenco del nuevo film de Pablo Trapero. |
Los conflictos aparecen y no dejan de ser interesantes, pero lamentablemente el total no es mayor que la suma de las partes. El retrato de esta familia oligarca venida a menos no nos golpea, sino que nos acaricia, porque nunca queda claro para qué lado quiere disparar Trapero. Hacia el final, con una revelación escabrosa sobre las relaciones del padre con la dictadura militar, podemos vislumbrar que su plan todo este tiempo fue la lucha de estas mujeres contra el pasado patriarcal.
Hablando con un amigo crítico después de la función de prensa, él un admirador del director de El Clan, me dijo como si no fuera nada que "Trapero no es un buen guionista". Para muchos, son sus talentos visuales los que lo convierten en la figura insoslayable que es. En La Quietud, esos talentos alcanzan un pico difícil de superar, pero que no es un gran guionista...
Hablando con un amigo crítico después de la función de prensa, él un admirador del director de El Clan, me dijo como si no fuera nada que "Trapero no es un buen guionista". Para muchos, son sus talentos visuales los que lo convierten en la figura insoslayable que es. En La Quietud, esos talentos alcanzan un pico difícil de superar, pero que no es un gran guionista...
VEREDICTO: 7.5 - MÁS TRAPERO QUE NUNCA
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