Las bodas han sido una fuente inagotable de humor desde que se inventaron hace milenios. La ironía intrínseca de los casamientos es que son ceremonias planeadas al detalle, que requieren de un gasto considerable y de la mano de obra de (a veces) cientos de personas, con el propósito de celebrar algo que por su naturaleza es espontáneo y caótico. Tal vez es un vano intento de la sociedad (otro más) en apresar esos sentimientos lindos para evitar la resaca triste que los sucede.
Se puede ir más lejos y proponer que una ceremonia en la que todo puede salir catastróficamente mal por una boludez es un facsímil bastante fiel de las relaciones humanas. Y podríamos continuar, recordando cómo el matrimonio se ha usado durante siglos para dominar al género femenino y el papel que ha jugado en la historia del Viejo Mundo, pero no vamos a hacerlo. Olivier Nakache y Éric Toledano no lo hacen en su nueva película, La Fiesta de la Vida, que se contenta con ser una comedia ligera sobre una boda en la que las cosas no ocurren según lo planeado.
"¿Cómo que en Francia no hacen festival carioca? ¡Me puse en pedo al pedo!" |
Varios personajes se cruzan, ya sea por trabajo o por invitación, en el casamiento de una pareja en un castillo del Siglo XVII. En el centro de todo está Max, interpretado por Jean-Pierre Bacri, un wedding planner veterano, sarcástico y profesional. Él es el único que puede lidiar con los varios percances y emergencias que se presentan durante la velada, que cae casualmente el día de su cumpleaños. Añádase a esto que se está separando de su mujer y cortejando a una colega (Suzanne Clement), y podemos asegurar que Max no va a pasarla nada bien.
Algunas emergencias son manejadas sin problemas y otras no tanto. Y casi todas son causadas por los coloridos empleados de Max, que van desde James (Gilles Lellouche), el egocéntrico cantante de la banda que musicaliza la boda, hasta Guy (Jean-Paul Rouve), un temperamental fotógrafo que odia las cámaras digitales. También merecen una mención Adèle (Eye Haidara), la asistente de Max que no puede con su mal genio, y el camarero Julien (Vincent Macaigne), que está enamorado de la novia, a quien conoció hace años.
¿Quién hubiera pensado que un grupo de individuos tan profesionales podría ser responsable de semejante calamidad? |
Los momentos más memorables de La Fiesta de la Vida son gracias a la química y el trabajo del elenco de la película; si bien a veces uno siente que su timing podría estar más ajustado, no por eso se quedan sin aplausos. Mi escena favorita del filme es la última, al día siguiente de la fiesta: Julien y otro camarero llamado Samy (Alban Ivanov) descubren que se han olvidado de ellos y deciden hacer el camino de regreso a París a pie. En su diálogo, que cierra la película, tenemos algunos chistes recurrentes que nos hacen sentir que conocemos a estos personajes.
Efectivamente lo hacemos: ese es uno de los talentos de Nakache y Toledano, responsables del éxito internacional Amigos Intocables. Su nueva película no tendrá ese mismo suceso, ni busca tenerlo. La Fiesta de la Vida nos presenta una situación trillada con algunos personajes graciosos y no busca que sea más extraordinaria. Pero, bueno... ¿quién le dice que NO a una boda?
VEREDICTO: 6.5 - BON APPETIT (RASPANDO)
La Fiesta de la Vida es una comedia liviana y comercial, pero logra ser entretenida y, en algunos momentos, gracias a la perspicacia de su elenco, hasta encantadora. Recomendada para matrimonios que ya llevan algunos años juntos y están comenzando a aburrirse.
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