Mi principal preocupación radicaba en dejar el hotel: creo que un parto múltiple me estresaría menos. Quizás hayan podido entrever algo en las crónicas anteriores: tengo una personalidad que mezcla ansiedad con altas dosis de autoexigencia, despiste, torpeza y un enorme imán para que me pasen pavadas (igual creo que en este viaje el imán anduvo bastante desactivado, eh). Entonces, cabían todas las posibilidades: quedarme dormida y tener que pagar la estadía de un día más, quedarme dormida y que no me digan nada, despertarme tres horas antes calculando mal todos los tiempos, que no cierre la valija, olvidarme cosas en la habitación, que se derrumbe el techo de la habitación, amanecer con gripe y cuando empiezo así a imaginar no paro más. Así que, obviamente, me desperté varias veces mucho antes que suene el reloj hasta que dije ya fue, y me quedé despierta.
Obviamente, la valija no cerraba. Lo único nuevo que había era el catálogo del festival pero parecía que las medialunas del desayuno habían engordado mi equipaje. Tras sacar y poner las cosas varias veces (creo que en mi mente variaba las posiciones pero en el fondo las acomodaba siempre igual) opté por sentarme encima hasta que el cierre pase. Fin del tema.
Revisé la habitación varias veces y salí. Ya estaba todo pago, así que les pedí que me guarden la valija y me fui a ver un par de pelis más, porque si bien aun no eran las 10 el vuelo salía recién 19:30.
Me fui a desayunar al bar de la esquina, y lamenté no haberlo hecho más seguido: esas medialunas y tostadas sí se podían comer. Ni hablar del café, riquísimo. Me causó mucha ternura un señor igualito a Stan Lee sentado en una mesa. Le saqué una foto y la subí a Facebook, y creo que fue, junto con la foto del helado de crema del cielo, una de las más populares.
Caminando despacito, previo pasar por los “fichines para señoras” (las máquinas tragamonedas) fui al Cine del Paseo por última vez, a ver Life After Life. Planos largos y amplios, ritmo lento, bien bien oriental, cuentan esta historia de Zhang Hanyi, donde el espíritu de una mujer fallecida toma el cuerpo de su hijo para poder contactarse con su esposo. Linda historia, lo único en ese momento me dí cuenta que le pifié a la película (por primera vez en todo el festival) y la que quería ver era Life, Animated (una que hablaba de animaciones de Disney). Será cuestión de buscarla por otros medios después.
Me crucé por última vez al Shopping los Gallegos, a ver The Man From Mo´Wax: un documental sobre el sello discográfico Mo´Wax. La verdad, la temática en general no me interesaba mucho, simplemente había elegido una peli que me permita completar mi objetivo de asistir a 43 proyecciones y no perder el avión. Igualmente, aunque me daba lo mismo verla o no, me terminó gustando. El documental de Matthew Jones muestra con dinamismo una cantidad de personajes pintorescos que, con más talento que recursos, marcaron tendencia en el mundo de la música tri hop.
Life After Life |
The Man From Mo´Wax |
Pasé rápidamente por el hotel, quise cotejar con el conserje si el 542 al aeropuerto pasaba por Santa Fe y obvio, no tenía idea. No esperé mucho tiempo, apareció uno que iba a Camet pero no entraba al aeropuerto, así que, ante la advertencia del chofer que podrían pasar horas hasta que pase uno que entre, me subí igual. Total, desde la rotonda donde me dejaba hasta la terminal habría unas tres cuadras.
Llegué bien. Todas las tragedias que me había imaginado en el trayecto (como ser que se rompía el bondi, que me pasaba, me quedaba dormida, etc) quedaron solo adentro de mi cabeza.
Bondinero copado (imagen ilustrativa) |
Me fui al bar, a terminar de pasar unas notas. Me pedí un exprimido de naranja, muy en precio, y mientras escribía pispeaba la final de la Copa Davis. Cosa que no le cazo la onda el tenis, eh.
Vino el avión, embarqué sin sobresaltos, pispeando el cronograma de Ventana Sur que empezaba el Martes 29. Si me dieron un poco de miedo las maniobras que hizo para enfilar a Aeroparque, pero opté por imaginar que lo piloteaba Han Solo, lo que me dio una absurda seguridad.
Personal Jesus |
En Mardel no se consiguen |
Lo que si cumplí es con la cantidad de películas que quería ver. Allá lejos y hace tiempo, cuando tenía 8 años, en las vacaciones de invierno se había quedado enganchado el cable en casa, cosa que no teníamos. Me desesperé por la cantidad de canales que existían y procuré ver la mayor cantidad de películas posibles. No salí a ningún lado (igual tampoco es que era de salir mucho, eh) y anotaba todas en una agenda de Snoopy, que después una piba del colegio me robó y borró con Liquid Paper mis registros. El primer Lunes que volví del colegio después de esas vacaciones, corrí a la tele pero los canales adicionales habían desaparecido, sólo quedaba el tradicional aire. En ese invierno inolvidable, vi 42 películas. En este festival, 23 años después, logré ver 43.
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