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la cuarta pared

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Crónicas del #MDQFEST - Día 9


By on 1:43 p.m.


Anteúltimo día del festival. Bah, prácticamente último, porque el Domingo podría quedarme en el centro como mucho hasta las 17 hs., y las proyecciones seguirían hasta las 22.

Arranqué bien para desayunar (el Viernes me había quedado dormida y me salteé el desayuno, y recién ahora me avivo que no lo puse en la crónica correspondiente) y me fui para el Ambassador; a las 11:20 comenzaba A Woman in Revolt, de Masao Adachi.

Realmente es muy extraña la relación entre lo que dice la sinopsis del catálogo y lo que terminás viendo, en muchos casos: "Nuevas representaciones de lo femenino en las películas rosas que, según el ojo de Adachi, tambien pueden ser revolucionarias". Bueno, sí, es cierto que en realidad la sinopsis actúa por omisión y no dice en ningún momento que la película examina cierto legado de conocimiento relacionado con el cuerpo femenino y la sexualidad, que implica que una joven tenga sexo con su esposo (o prometido, no entendí) con la madre acostada al lado, dándole indicaciones. Realmente no pude captar el costado serio y profundo de la película y sólo permanecí en la sala por la diversión que me generaba la gente yéndose indignada. ¿Cómo reaccionarían si ven una película de Gorevisión, entonces?

A Woman in Revolt.

De ahí me fui hasta la costanera para indagar cómo llegar en colectivo hasta el Museo del Mar. Facilísimo: un cartelón de la línea 221 señalaba todo el recorrido, indicando que paraba en el museo. Llegué a destino en pocos minutos (el primer día fui caminando y tardé casi una hora), entonces aproveché para almorzar allá una tartita re cheta y recorrer las muestras.

A las 14:30 largó en 16 mm. el clasiquísimo Jeopardy, de John Sturges. Noté algo que jamás me había llamado la atención: a un tipo se le cae uno de los pilares que sostiene un muelle y le queda el pie atrapado entre las rocas, con la certeza que, en cuanto suba la marea, va a ahogarse. Una de las primeras opciones es que su esposa, con el cricket del auto, levante la columna. Puede levantarla un poco, el tipo mueve un poco el pie, pero el cricket se zafa y queda inutilizable. El clímax de la película es cuando, con el agua prácticamente al cuello, tratan de mover el mismo pilar con una cuerda y un auto, y el coso de cemento ni se inmuta. ¿Cómo se explica que la señora con un cricket lo movió más fácil que con la tracción de un auto? Ah, pues claro, un hechicero lo hizo.

Jeopardy.

Tuve miedo. Ma' qué miedo, pánico. Penśe que no llegaría al Paseo Aldrey para la función de Moana. El colectivo desde el museo no solo tardó en llegar, sino que además la línea 221 se paga en efectivo al chofer, lo que desorienta completamente cualquier estimación que puedas hacer sobre la duración del viaje. Corriendo casi, llegué a las 16:17 hs., tres minutos antes del inicio. La sala que en mi mente iba a estar llena apenas llegaba a 15 personas, lo que me sorprendió un poco pero no pensé mucho al respecto porque la película arrancó enseguida. La precedía un formidable corto sobre la relación entre el cerebro y el corazón. Formidable si hacemos la vista gorda a su mensaje: trabajá con alegría, pero seguí trabajando. Moana tendrá su correspondiente review en breve, porque es el tipo de película que lo amerita, pero podemos adelantar tres cosas al respecto: visualmente es una fiesta, no aporta ni actualiza absolutamente nada, y cualquier avance que pueda hacer sobre el rol de la mujer como protagonista activa es empañado por un montón de comentarios hiper estúpidos del personaje de Maui.

Moana.

Iba a entrar a ver Downhill pero de nuevo, fui advertida sobre lo lejos que se hallaba de las películas que son de mi agrado, así que regresé al hotel. Me comí los dos yogures que había comprado el Jueves que llegué (no colgué, sólo estaba testeando la confiabilidad de la heladera), dormí veinte minutos y salí para ver Destruction Babies.

No sé por qué mi mente había registrado que quien protagonizaba la película de (no se rían) Mariko Tetsuya era una chica. Pero no, es un pibe quien transita las dos horas de película agarrándose a trompadas con todo aquel que se cruce en su camino, para descargar su ira. Atrapante, con un ritmo que sube y baja de acuerdo a los personajes con que se va cruzando, opta por mostrar las peleas desde lejos, en planos generales y de corrido, dándole una sensación de realidad que hace que cada golpe te duela.

Destruction Babies.

Eran apenas las 22:50 y recién a la medianoche empezaba Roller Boogie, así que me fui a hacer tiempo a los fichines para señoras: las máquinas tragamonedas. Perdí $8. Obvio, no me voy a hacer millonaria en el Bingo pero tampoco voy a dejar que me lleve a la bancarrota.

Casi cierra con un "Muy Bien 10" la organización del festival, si no fuera por lo que pasó con Roller Boogie: anunciada en el catálogo y grilla a la 01:10, la página vendía las entradas para las 00:00. Fuimos varios lo que creímos que hubo algún cambio de programación no anunciado, y que la peli se adelantaba una hora diez. Error, nadie sabía explicar nada, pero la peli arrancaba 01:10. Volví a los tragamonedas a hacer tiempo. Perdí $21 más.

Roller Boogie.

Roller Boogie es como un eslabón perdido entre American Graffitti y Flashdance. Es una linda y ochentosa comedia romántica de un amor de verano, con una Linda Blair (sí, la nena de El Exorcista) en su mejor momento. Tenía todo para convertirse en un clásico de Sábado a la tarde por Telefé, pero se ve que el canal de las pelotitas nunca la compró.

Volviendo al hotel, caí en cuenta que me había faltado ir al Teatro Colón, al Auditoruim y al Cinema para haber recorrido en un solo día todas las sedes. Son siete sedes y en esta edición pude ver siete películas en un día. Nacía así un desafío para la próxima edición del festival: llegar a ver una película en cada sede en un sola jornada. Y obviamente, compartir los resultados en La Cuarta Pared.


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