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la cuarta pared

domingo, 27 de noviembre de 2016

Crónicas del #MDQFEST - Día 7


By on 1:07 p.m.


El día anterior había visto siete películas, así que, por un lado, tenía la cabeza un poco cansada, y por otro, si seguía todo el día en la calle nunca me sentaría a escribir una reseña, un resumen, nada. Decidí entonces sacar entradas recién para las 17:30 hs.

A la mañana quería escribir y me daba sueño, y quería dormir pero me despabilaba, así que aproveché y bajé a correr por la playa. Un rato nada más, eh; habré estado dos horas fuera del hotel. Regresé con comida, una ensalada que hace mil que no comía, almorcé y recién ahí me pude poner a escribir algo.

Terminé la crónica del día anterior y tres reseñas, y ya se me hizo la hora de bañarme y salir. Camino al primer cine, no pude evitar pasar por una heladería que tenía Crema del Cielo. Es, junto al Pistacho, uno de mis gustos favoritos y cada vez los consigo menos en Capital Federal, así que obviamente me compré un cucurucho, y subí a mi Facebook personal una foto que desató una impensada polémica. ¿Será que la tercera guerra mundial va a empezar por culpa de un helado de Crema del Cielo? La Menta Granizada es peor.

La foto de la polémica.

Presentada por José Martinez Suarez y Fernando Martín Peña, en el Teatro Colón, arrancó la proyección de El Vampiro Negro. La película había estado programada creo que para el Martes a la noche y misteriosamente desapareció de todos lados. Había perdido la esperanza de verla hasta que recibí un mail de Prensa que anunciaba esta "nueva" función.

Una pena que la sala no rebalsara de gente. El Vampiro Negro es otro ejemplo de gemas perdidas, encontradas y restauradas años después. Es, ni más ni menos, que una remake de M, de Fritz Lang. El clima, los movimientos de cámara y la música no tienen absolutamente nada que envidiarle a la obra original. Lejos de ser una copia plano por plano, la película genera su propio lenguaje, dando un gran resultado.

El Vampiro Negro.

Tras caminar un rato y no encontrar ningún libro que me convenciera que lo compre, volví al Ambassador a ver Los 4 Golpes, un curioso corto grabado por François Truffaut en una de sus visitas al festival y una serie de cortos de Jacques Rivette cuando recién empezaba a agarrar la cámara, hallados hace poco por su hija. Asumí que la fila que había en la puerta del cine, de casi una cuadra de largo, era para los cortos y me paré al final. La función arrancaba 20:40 y era extraño que diez minutos antes aún no hubieran habilitado la sala. Ya ni me acuerdo cómo fue, pero caí en cuenta que la fila era para Snowden y que por no revisar la grilla (o mirar la entrada al menos) conseguiría una pésima ubicación (por cierto, las entradas del festival son sin numerar, entonces cuanto más temprano llegás, mejor ubicación conseguís). Subí a las corridas a la Sala Dos justo cuando proyectaban el spot del festival. Nota aparte: no entiendo por qué al séptimo día del festival la gente sigue aplaudiendo el spot. No es una maravilla del arte audiovisual, es un spot serio, correcto (hablo de una animación que pasan antes de cada peli, no de aquel donde muchos famosos van en micro escolar y quizás hayan visto). De hecho, es un poco agotador verlo antes de tooodas las películas, aunque más agotador es una publicidad para participar de los sorteos del INCAA con locución de José María Listonto Listorti.

Por lo menos le buscamos una foto simpática ^_^

Pero, esperen, volvamos a la sala. Estaba hasta las manos de gente. Como cuando llego tarde no me gusta hacer mucho escándalo, pedí permiso a una señora en la primera fila para pasar a la butaca de al lado. A ver si me explico: a esta sala entrás por el frente y subís escaleras hacia el fondo. Hay tres cuerpos de butacas separados por dos pasillos. El cuerpo lateral al que quería pasar, no tiene las butacas al ras del piso, sino que para la primera fila hay que subir dos escalones y pasar. O levantar la pierna alrededor de un metro, agachar la cabeza y pasar por abajo de una especie de para-avalanchas, que es lo que tuve que hacer porque la señora balbuceó no sé qué de una de sus piernas, aduciendo inmovilidad, así que para no hinchar a nadie más llegué a mi butaca como pude. Mucha gente llegó tarde, y todos los que quisieron sentarse en la butaca que la señora ocupaba con sus bolsas recibió la misma explicación. Como estaba saturada igual se fue vaciando, eh, y al finalizar la función quedaba menos de un tercio de la gente.

Es que sí, eran medio un bodrio los cortos de Rivette (la mayoría del programa), y si a eso le sumamos que no tenían sonido, había que remarla muchísimo más. El de Truffaut, de tres minutos, una situación tonta en el lobby del Hotel Hermitage sí es más simpático, llevadero y posee un gran valor histórico: fue rodado en 1962 en el marco del mismo festival, donde Truffaut ganó el premio a Mejor Director por Jules y Jim.

Monsieur Truffaut.

Pasé un ratito por el Bingo, gané $15, me tomé al fin una bendita cerveza con un amigo y entramos a ver The Greasy Strangler, bien definida como una mezcla entre Napoleon Dynamite y The Toxic Avenger: grasa, gente fea desnuda, escenas de sexo desagradables y una trama que por momentos se olvida qué estaba contando componen una gran película con todo lo necesario para volverse de culto.

El resto es preferible que lo vean ustedes mismos.

A nivel pelis, la escala de Mejor a Peor de hoy fue: El Vampiro Negro, The Greasy Strangler y allá lejos y al fondo, los cortos. A nivel jornada general, lo mejor fue lo que estuve postergando desde que llegué: tomarme una birra.


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