El Sábado pasado a las 16 hs., en el marco del festival Buenos Aires Rojo Sangre, nos dimos cita a una de las funciones preferidas del público: los Cortos Z. Acontecidas en la sala 11 (la más grande) y con la presencia de directores y colaboradores de los cortos proyectados, las casi dos horas de proyección se pasaron volando. Este es un breve repaso de lo que sucedió.
La función arrancó con Audio Zero, de Ignacio Alarcón, una ingeniosa visión sobre un futuro post-apocalíptico donde el lenguaje y las posibilidades de comunicarse entre sí de los seres humanos se ven limitadas... aunque tienen solución.
El Corte Inglés, de Benjamín Schweimler, comenzaba con lo que parecía ser la simple preparación de un sandwich pero, a medida que avanzaba la acción, los pequeños actos se complicaban, el tiempo de resolución se dilataba, y las soluciones lógicas eran abandonadas en detrimento de remedios que nada resolverían a nivel acción pero, justamente, ése es el chiste, y funcionó muy bien en la sala.
Luego llegó Carlos Elkin con El Paquete, recordándome mucho al enorme Norbert Degoas, ya que él mismo interpretó a todos los personajes involucrados, optando por no mostrar el rostro o por el uso de pasamontañas. También fue el responsable de todo el proceso: cámara, montaje, guión. Si bien la trama es simple y fue narrada de manera clásica, El Paquete demuestra que si realmente tenés ganas de hacer cine... lo hacés.
El Regreso, de Pablo Serratone, tiene todo lo que una cinta clase Z debe tener: invasiones extraterrestres, científicos, antídotos, una gitana y suma una muy buena post-producción, la más destacada del bloque.
La función continuó con Gore Apetit, de Eduardo Cattaneo, el más gore de todos: un desmembramiento lento y doloroso con órganos que eran cocidos en la misma sala donde agonizaba la víctima. Es más el relato de una situación, de un momento, pero eso no quita que realmente logre generar una gran sensación de asco.
Promediando el bloque, La Florería, de Francisco Inchausti, trajo el recurso de found footage de la mano de una investigación sobre extraños sucesos ocurridos en una florería abierta las 24 hs. Y si bien el recurso ha demostrado que puede fallar, el corto hace un muy buen uso de la cámara en mano, documentando hechos reales, y llega a generar un buen clima de intriga y suspenso.
Nunca Revivas a un Hámster, de Victor Von Krueger, fue por lejos el más convocante. Establece una muy interesante relación entre la pareja de protagonistas, donde el inepto del novio debe cuidarle el hámster a la exigente novia, lo cual desemboca en problemas cuyas soluciones terminan siendo una bola de nieve que agrava cada vez más el suceso inicial. La economía de recursos del corto termina de darle un toque mágico.
Una demostración de lo federal que es el festival, Pastillas vs. Zombies, llegó de la mano de Facundo Arias, desde Mendoza. La cinta esconde una crítica a qué es lo que pasa cuando un adolescente está todo el día frente a la pantalla de un juego y, con una historia dinámica y condensada en una sola locación, logra poner de manifiesto este mensaje.
Recobrar, de Daniel Riveiro, juega un poco con el espacio, el tiempo, y las diferentes dimensiones. No ahonda mucho en explicaciones sobre qué sucede o por qué, y ese es su punto a favor: logra transmitir la misma incertidumbre que siente su protagonista encerrado en una habitación empapelada con flyers de una vidente y donde caen, al sonar de una despertador, sus propios dobles.
Ruidos, de Carlos Udiales, demuestra que no hay que extenderse demasiado temporalmente para lograr generar un clima concreto y un buen susto: en sus dos minutos de duración consigue hacerte pegar un buen julepe.
El ya clásico personaje del BARS, Daniel Pelayo, trajo este año Un Trago Amargo, una pieza muy bien musicalizada y con un destacable uso de cámara que, sin mostrar del todo lo que sucede y jugando con la ambigüedad, genera con eficacia una pequeña catarsis a la hora de la resolución de la trama.
Y cerrando el bloque, Una Renta Asesina, de Alex Acosta, fue quizás el que tuvo el guión más sólido (enmarcándose en la clara intención de tenerlo, por supuesto, otros ejemplos estaban anclados en tipos de relatos más modernos). Con personajes entrañables, sobre todo el mimo, construye una historia sólida y llevadera a lo largo de sus 22 minutos de duración.
Ha sido una gran selección de cortos de parte de los organizadores del festival. Si bien muchos de ellos son la primer experiencia audiovisual de los realizadores, trabajos académicos incluso, se presenció un gran nivel narrativo. Y eso, saber contar, es lo fundamental. Para emprolijar luces y pulir actuaciones, hay tiempo ;)
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