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la cuarta pared

miércoles, 18 de marzo de 2015

Recordando a Niní ♥


By on 9:04 a.m.


Hoy es 18 de Marzo de 2015. Eso significa que se cumplen 19 años del fallecimiento de la gran Niní Marshall. Nacida un 01 de Junio de 1903, en Buenos Aires, hija de asturianos, criada en San Telmo, casada y divorciada varias veces, dibujante, escritora, actriz...

Pero Niní no es solo una comediante, una actriz con un carisma y una versatilidad ilimitados, o una devota observadora e imitadora de la realidad: Niní es todo un hito cultural, por varias razones que me parece re copado contarles.

Ella tenía un don natural para observar detalles y características de las personas de su entorno y un genuino interés en desentrañar los dialectos, posturas y gestos de la gente, y me atrevo a pensar que lo hacía para llegar a desenvolverles el alma. Es así por ejemplo que nace Catita, uno de sus personajes más entrañables: esta chica inocente, medio bruta, extravagante y chismosa no es más que la cristalización de sus percepciones sobre las muchachas que se agolpaban en la puerta de la radio donde trabajaba a esperar la salida del por aquel entonces latin lover Juan Carlos Thorry. En una broma al aire, Niní las imitó pidiéndole un autógrafo a Thorry.... y ahí empezó todo. Luego Manuel Romero llevaría el personaje al cine en Mujeres que Trabajan (1938), pero no sería la misma Catita, sino que se había perfeccionado a base de viajes en colectivo y visitas al mercado.

Dice Henri Bergson en su impresionante ensayo sobre la risa que "la caricatura es percibir una dirección, un rasgo, un detalle en un original y prolongarlo en la misma dirección que lo haría la naturaleza". Asi como Catita, cada personaje de Niní es un sector social determinado. Es una caricatura con amor y con respeto, alejadísima de los estereotipos. Son personajes reales que surgen de determinado lugar, con sus virtudes, sus defectos, sus sueños y su final feliz en la gran mayoría de los casos.

Pero, y porque siempre hay un pero, allá por 1943 todas sus voces empezaron a ser calladas de a poco. Se la incluyó en una lista negra por considerar que sus personajes fomentaban la deformación del lenguaje. Por supuesto, la censura nunca entendió nada de nada: ¿de qué deformación hablan, si todo lo que hacía era porque lo veía y lo imitaba? No se trató de censurar a una artista, se trató implícitamente de censurar a todos los sectores sociales que ella representaba: sus dialectos eran incorrectos para la imagen del habitante argentino que se pretendía que la radio y cine transmitieran (y es así como caemos en la monotonía de la producción de filmes con personajes que hablan todos igual y se comportan todos igual, no como personas reales, sino como monigotes, porque la censura es eso, una fabricación en serie de monigotes, pero bueno, basta, volvamos a Niní). En 1950 se tuvo que ir del país, según una hermosa leyenda urbana por haber imitado a Eva Perón en una tertulia, lo que ocasionó la ira de la Jefa Espiritual de la Nación; hay otra versión, también vinculada a Eva y a celos relativos al protagónico de Niní en Madame Sans Gené (una superproducción de época ambientada en la Francia de la Revolución, donde nuestra amiga se le planta ni más ni menos que a ¡Napoleón Bonaparte!), pero honestamente la historia de la imitación me fascina tanto que casi me la puedo imaginar).

En 1956 volvió, se quedó, y se trajo, entre otros personajes, a La Lupe, una mexicana sufrida por amor, casada con un borracho. La Lupe no tuvo gran trascendencia, pero es la prueba de que la fascinación de Niní por observar no se detenía ante nada.

La sonrisa, chicos... ¡la sonrisa!

Les contaba antes que sus inicios fueron en la radio, después el gran despegue fue en el cine, y a su regreso pasó por el teatro y la televisión, desde donde se despidió, a los 74 años, abriendo por última vez la valija de sus hermosos personajes y dejándolos salir a jugar por un rato. Niní acompañó el desarrollo del espectáculo argentino (exceptuando el teatro, por el cual también pasó pero tiene una larga historia anterior): cuando toda la familia se reunía alrededor de la radio a escuchar, ella estaba. Cuando el cine nacional hacía furor, en las épocas doradas de Luis César Amadori (Hay que Educar a Niní, 1940, una de las primeras películas donde participó Mirtha Legrand) y Manuel Romero (mano maestra tras la trilogía de Divorcio en Montevideo, Casamiento en Buenos Aires y Luna de Miel en Río –sí, empieza por el divorcio), ella era la protagonista. Cuando surgieron fenómenos televisivos del tipo Sábados Circulares, ella también estuvo ahí, a veces más de media hora, sin salirse de personaje ni un poquito.

Es un hito cultural, ¿qué dudas quedan? Si con ver su obra se accede a la perfección a aquellos sectores sociales que quizás nos son completamente ajenos. Si fue víctima de la censura, algo que lamentablemente en nuestra historia parece ser requisito fundamental para ser un artista de renombre. Si creció a la par del espectáculo, transitándolo y triunfando en todas sus formas.

Hoy es 18 de Marzo de 2015. Eso significa que se cumplen 19 años del fallecimiento de Niní Marshall. Qué lo qué? ¡Si los hitos culturales son eternos!



Les dejo un bonus por haber leído todo. Si aún no vieron nada de Níni, porque el cine nacional en blanco y negro es aburrido, se ve mal, se escucha mal y mejor veamos Transformers, cambien de idea un ratito al menos, dénle una chance. Arranquen por La Mentirosa (1941). Niní lleva adelante toda la trama principal de enredos metiéndose en líos cada vez más grandes ella misma, por su compulsión de mentir. Pero miente sin mala intención, sólo lo hace porque tiene una imaginación que la desborda. A mitad de película más o menos, esta bola de nieve de enredos cómica se tiñe de elementos de terror y suspenso poco habituales en las películas de la época. Pero no quiero contar más. ¡Dénse una chance y disfrútenla!


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