Cualquiera que haya visto Okupas o Pizza, Birra, Faso sabe reconocer el estilo y las temáticas favoritas de Bruno Stagnaro. Evidentemente es un autor que sabe reflejar cierto submundo marginal, plagado de criminales menores y personajes pintorescos, esquivando los golpes bajos o las victimizaciones con pequeñas dosis de humor que los hace completamente creíbles. Antes de sentarnos a ver Un Gallo Para Esculapio nos preguntábamos si seguiría en esa línea o si estaría oxidado, porque hace rato no veíamos nada de él. Ya terminamos de verla porque manija y estamos en condiciones de afirmar que la serie, que se emite semanalmente por Telefé y ya está entera disponible on demand en Cablevisión Flow, es ni más ni menos que uno de los mejores productos televisivos del año.
Nelson (Peter Lanzani) es un joven misionero que viene a Buenos Aires a buscar a su hermano Roque para traerle a Van Dam, su gallo de riña. Ni bien se baja del micro en la terminal de Liniers, le roban el celular y comienzan sus desventuras. Una dirección que nadie ubica, la falta de dinero y el no conocer a nadie en la ciudad lo ponen completamente a prueba. Siguiendo el rastro de su hermano cae en el entorno de Chelo (Luis Brandoni), una especie de capo mafia del subdesarrollo, que puede darle a su mujer (Julieta Ortega) una vida llena de lujos en base a diferentes actividades, entre las cuales se destaca el asalto a camiones de carga. Completan su banda Yiyo (Luis Luque), Loquillo (Ariel Staltari) y varios personajes pintorescos más. El ámbito de las riñas clandestinas de gallos es sólo la punta del iceberg, el puntapié inicial para indagar en un mundo mucho más complejo, visceral y peligroso.
La misión inicial de Nelson se va desviando a medida que transcurren los capítulos, involucrándose en delitos cada vez más pesados a la vez que va ganando la confianza de Chelo y descubriendo que su mundo es un lugar en el que puede desenvolverse con naturalidad. Si bien en cuanto llega a Buenos Aires peca de ingenuo, posteriormente se aviva un poco más y siempre parece estar un paso más adelantado que los maleantes de los que se rodea. Esta historia principal está sólidamente apuntalada por las diferentes tramas secundarias: la familia y la salud de Chelo, la sexualidad de Yiyo, las peripecias de Loquillo y el día a día de Estela (Eleonora Wexler), el interés amoroso de Nelson.
La principal fortaleza de la serie es la construcción de los personajes. Lejos de los estereotipos fallidos que se utilizan a veces para retratar a un sector social específico, cada uno tiene su historia, sus temores, sus contradicciones, su gestualidad y su manera de hablar. Por esto es que la manera en que se relacionan se ve natural y dinámica. Las acciones que se suceden pueden ser causales o casuales, como en la vida misma, y como se parte de una base sólida, todo lo que se construye de ahí en adelante es absolutamente verosímil, nada pasa porque había un guionista o porque un hechicero lo hizo.
Y además de la construcción teórica de los personajes, las actuaciones que les dan vida son de un nivel que está por encima al estándar de TV. Partiendo de la base que el casting recurre a actores con trayectoria o figuras que pueden interpretar su rol con convicción, absolutamente todos los caracteres que pasan por la pantalla se sienten como reales. Y eso te transmite una sumatoria de sensaciones que van desde el miedo hasta la compasión.
Gran elenco posta. |
Hay una elección en los recursos técnicos que la acerca más a un producto de cine que a una serie de TV. Nunca se percibe como un producto grabado en un estudio a las apuradas. Los personajes se desenvuelven en ambientes como pensiones, aguantaderos y sucuchos que, como no son habituales en nuestras vidas cotidianas, ya de por sí nos genera cierto morbo explorar; por ello los acompañamos con gusto e intriga en su recorrido, procurando prestar atención a cada detalle de los vestuarios y ambientaciones. En lo personal considero que afortunadamente la TV argentina ya dejó atrás los contenidos que se ven berretas y bizarros (salvo que sea deliberadamente la intención) y cuida cada vez más las formas. Espero que Un Gallo para Esculapio sea efectivamente un exponente de este cambio definitivo y no volvamos a ver exteriores sobreexpuestos o musicalizaciones excesivas e incoherentes.
VEREDICTO: 8.0 - AGUANTE LA FICCIÓN
Una historia interesante, enmarcada en un submundo que a pesar de su cercanía nos es completamente ajeno, con actuaciones sobresalientes y un nivel técnico que denota esmero y respeto por el espectador, hacen de Un Gallo Para Esculapio una serie atractiva incluso para público que no es habitué de las producciones nacionales.
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