Aclamada en varios festivales de primera línea y manteniéndose semanas en cartel (cosas que no siempre son compatibles en las producciones nacionales), El Ciudadano Ilustre cerró el 2016 como la mejor película nacional del año. Y por supuesto, no nos íbamos a quedar sin decir nada al respecto.
Daniel Mantovani (Oscar Martínez) es un escritor argentino, nacido en el pequeño pueblo de Salas, que acaba de ganar el Premio Nobel de Literatura. Provocador y desafiante, agradece el reconocimiento en la ceremonia de premiación con un discurso inquietante y políticamente incorrecto que cuestiona las instituciones.
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| Mantovani, un impecable Oscar Martínez. |
Inmediatamente después vemos otra faceta de este rebelde, que se acalla un poco: aburrido, desencantado, con un bloqueo creativo que lleva años, rechazando cuanta invitación le hace llegar su secretaria. Rechaza todas, excepto una: desde Salas, su pueblo natal, al que no vuelve hace más de 40 años, quieren condecorarlo como Ciudadano Ilustre e invitarlo a participar a una serie de actividades insignificantes a sus ojos. Inesperadamente, acepta.
Las actividades sociales de rutina, que incluyen reconstruir vínculos con viejos conocidos, dar un taller de escritura o integrar el jurado de un concurso local de pintura, se ven empañadas por la mediocridad, la envidia y otras cuestiones que convierten a Salas en la cruda representación del dicho "Pueblo chico, infierno grande". La mayoría de la gente no sabe quién es ni qué hace, sólo se acerca a él por cholulismo, por figurar, algo que el escritor nota y no soporta.
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| Dady Brieva se hace el copado pero te cocina cabezas. |
La estadía de Mantovani en el pueblo es como un contrato implícito de tolerancia, que se va haciendo más débil a medida avanza la trama. No estamos ante un conflicto clásico, sino que a través de los diferentes actantes, entre los que figuran el Intendente (Manuel Vicente), Irene (Andrea Frigerio), su novia de la adolescencia; Julia (Belén Chavanne), una especie de groupie; y Florencio Romero (Marcelo D'Andrea), un funcionario relacionado con el área de cultura, se pone de manifiesto una tensión acumulativa entre la tradición y la innovación. Y como la tradición, cerrada y obsoleta, sin capacidad autorreflexiva, no puede triunfar en algunos casos, opta por descalificar o amedrentar a su rival.
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| Un Nobel y una reina de celebración local: dos mundos chocan. |
Hay dos factores identificatorios de la filmografía de la dupla Cohn + Duprat, construidos de manera sobresaliente, que pueden hallarse fácilmente: en primer lugar, la construcción de la tensión, la intención de inquietar al espectador generando climas enrarecidos a través de lo que subyace en los personajes, lo implícito, lo simbólico; las acciones, aparentemente banales y cotidianas, están llenas de una carga negativa que sabemos que trae aparejada la explosión de una tragedia en cualquier momento, como en El Hombre de al Lado. El otro factor es el recurso de tomar algún actor ligado mayormente a la comedia y colocarlo de manera absolutamente verosímil dentro del universo propuesto. En el caso de Querida, Voy a Comprar Cigarrillos y Vuelvo, por ejemplo, es el protagónico de un impecable Emilio Disi, mientras que en el film que nos atañe es la caracterización de Dady Brieva como Antonio. Antonio es un conocido de la infancia de Martínez, que terminó casándose con Irene. Brieva logra un personaje intimidante, que parece ser simpático pero que en el fondo te inquieta todo el tiempo, dando la sensación que está escondiendo intenciones que no son buenas, alejando mucho al actor del registro al que nos tiene acostumbrados y convirtiéndose así en una auténtica revelación.
VEREDICTO: 9.0 - ILUSTRE
Cohn y Duprat saben cuáles son sus fortalezas como narradores y las explotan reinventándose, enfocándose en cuestionar el cómodo costumbrismo de algunos sectores. Si sumamos además las excelentes interpretaciones de sus protagonistas, El Ciudadano Ilustre se convierte en una joyita imperdible.
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