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la cuarta pared

domingo, 28 de junio de 2015

Así volvió TRUE DETECTIVE


By on 1:42 p.m.




Finalmente arrancó la tan ansiada segunda temporada de True Detective, con el episodio premiere titulado "The Western Book of the Dead". Pero... ¿sigue siendo la serie que nos merecemos?

Arranquemos dejando algo bien en claro: esta segunda temporada jamás va a ser la primera. "Nah, ¿en serio, boludo?" dirá más de uno. Pero sí, hablo en serio. Es imposible que lo sea. No sólo desde el lógico punto de vista argumental (al ser una antología, cada temporada será una historia totalmente nueva e independiente, sin conexión alguna con la anterior), sino también desde el punto de vista técnico y, principalmente, de su estructura narrativa. Lo único que comparte con la temporada inicial, es que la produce HBO, ese tono medio depre (que parece será un sello distintivo de la serie), y que la vuelve a escribir su creador, el guionista Nic Pizzolatto.

OK, entonces... si todos la tenemos taaaan clara de que jamás va a ser como la primera temporada... ¿por qué nos empecinamos, consciente o inconscientemente, en compararlas?

El año pasado True Detective (nos) sorprendió absolutamente a todos con una historia atrapante desde el primer minuto. Nadie se esperaba un policial sobre un crimen con tintes de culto satánico, con un fuerte misticismo, dos protagonistas diametralmente opuestos pero cautivantes, con actores que dieron quizá su mejor actuación en años (especialmente Matthew McConaughey como "Rust" Cohle), y diálogos cargados con una profunda filosofía existencialista. La serie rápidamente creó una legión de fans que buscaba pistas y mensajes subliminales ocultos semana tras semana. Muchos de ellos incluso se vieron algo decepcionados del final; no porque sea malo -está lejísimos de serlo- sino porque... el espectador siempre escribe su propio final en su mente, y cualquier otra cosa termina siendo una desilusión.

Esta vez, la historia se desarrolla en la decadente ciudad industrial de Vinci, en California. No tiene muchos habitantes (¡95 en total!), pero aún así es un antro de actividades ilegales, con una investigación de un periódico tildándola como una de las ciudades más corruptas de USA. Lejísimos del paisaje sureño de Louisana, con sus pantanos y sus amplios terrenos descampados, acá la desolación se exhibe en forma de numerosas chimeneas emanando un humo gris, y fábricas repletas de gente pero carentes de vida. El paisaje es sumamente atractivo, a su manera.

"Tenemos el mundo que nos merecemos".

De los dos protagonistas principales de la temporada pasada, pasamos a cuatro: Ray Velcoro, un detective violento, ebrio y separado (¿no son todos así?); Frank Semyon, un ex-mafioso local actualmente dueño de un casino y con vínculos con el Departamento de Policía, que busca volverse legal antes que se le pase su cuarto de hora; Ani Bezzerides, otra detective con una familia definitivamente disfuncional (una hermana drogadicta metida en la industria porno, y un padre gurú religioso/de autoayuda); y Paul Woodrugh, un ex-veterano de guerra devenido en oficial de patrulla motorizada, con cicatrices tanto externas como internas. Cuatro individuos dañados y bastante perturbaditos, como apreciarán. ¿Hay alguno de ellos que se destaque como "el Rust de esta temporada"? Por ahora, parecería que no, que todos van a tener "un poco de Rust". Ya nos enteraremos si hay una voz elegida para expresar la plática existencialista de Pizzolatto este año.

Con el doble de personajes que introducir, era de esperarse que la trama se tome su tiempo en presentarlos debidamente a todos antes de arrancar. Por supuesto los dos principales son los interpretados por Collin Farrell (Velcoro) y Vince Vaughn (Semyon), pero... dentro de todo... los minutos en pantalla se dividen de manera bastante equitativa para los cuatro. Pizzolatto nos deja una buena impresión de la personalidad de cada uno en este primer episodio. La escena donde Velcoro abusa de su poder como detective, para conseguir una simple vendetta personal, es un claro ejemplo.

En cuanto a la trama en sí, por ahora parece ser un crimen clásico. Nada de rituales raros, de ornamentas en la cabeza, ni ningún "Rey Amarillo" dando vueltas (aunque hay que reconocer que hay cierta teatralidad en la disposición del cadáver). Esta vez va por el lado de la corrupción, de proyectos urbanísticos con "favores" de funcionarios metidos en la cometa, etc. El clima se aproxima más a The Sopranos que a Twin Peaks (convengamos que la primera temporada, por momentos, tenía cierta tufillo lyncheano). ¿Acaso eso es malo? No, para nada. Simplemente es distinto. Particularmente me resulta muchísimo más atractiva la idea de un culto religioso asesinando niñas que el asesinato de un funcionario corrupto, pero... reconozco que desde que ví Mississippi en Llamas de chico, todo policial ambientado en el sur de los Estados Unidos me tira, tiene ese no sé qué que me resulta irresistible; sencillamente me parece una locación maravillosa para seguir la historia de dos detectives. Pero volvamos a los tiempos de presentación y al ritmo del desarrollo: en esta oportunidad la policía encuentra el fiambre en cuestión (y de manera bastannnnte conveniente, por cierto) recién sobre el cierre del episodio, a diferencia de la primera temporada, donde aparecía en los primeros minutos.

La acción se desenvuelve de manera estrictamente lineal, salvo por un flashback que nos muestra el momento en que Velcoro y Semyon se conocen en circunstancias poco felices para el primero, pero dejando bien en claro que, a partir de entonces, se siente endeudado con el mafioso. Nada que ver con aquel ida y vuelta constante de la temporada pasada -uno de sus principales atractivos-, que desarrollaba Pasado y Presente de manera paralela pero distanciados por 17 años de una espina clavada por un crimen no resuelto. Esa estructura narrativa parece haber sido abandonada de raíz por Pizzolatto.

Operativo en La Salada.

La dirección y la fotografía no están nada mal, pero el taiwanés Justin Lin (director de media saga de Rápido y Furioso) definitivamente no es Cary Fukunaga, quien supo aportarle un realismo y una crudeza cinematográfica a toda la primera temporada. Además, y nuevamente a diferencia del año pasado (¿notan un patrón acá?), los 8 episodios que componen esta temporada no serán dirigidos por una sola persona (como ocurrió con Fukunaga). En este caso, Lin dirige los dos primeros, y a partir de ahí comienza la rotación de directores típica de todas las series norteamericanas. ¿Perderá esa absoluta homogeneidad que tuvo el producto finalizado con Fukunaga? Ya lo veremos.

Por el lado de las actuaciones, los cuatro están correctos pero ninguno se destacó por encima del resto. Todos sabemos que Farrell es un borracho en la vida real, así que no tiene que actuar demasiado ahí. Y se ha criticado mucho la elección de Vince Vaughn (históricamente emparentado en roles de comedias) como mafioso, pero... ¿no les dá la impresión de que Vince, en la vida real, es un tipo al que le puede saltar la térmica y ponerse muy violento de un segundo a otro? A mí siempre me dió esa sensación, de tipo que puede ponerse muy jodido. Sumado a que tiene una contextura física importante... le tengo fé en el papel.

La música a lo largo de todo el episodio es excelente, creando un gran clima de tensión que va in crescendo hasta el desenlace. Y para que se queden tranquilos: sí, el opening está muy bueno, y de vuelta eligieron una muy buena canción: "Nevermind", de Leonard Cohen.



Yendo a los bifes entonces: ¿está buena la segunda temporada de True Detective? Sí, empezó bien, con personajes interesantes y ese clima medio opresivo (más allá que ahora sea en una ciudad industrial). Pero... tengan en cuenta que, por lo visto en este primer episodio, es una trama completamente distinta a la del año pasado, mucho más tradicional del género. Así que no se sienten a verla esperando una secuela hecha y derecha. Es otra historia, otros personajes, el mismo tono. Si van con esa mentalidad... van a estar bien.

Quienes ya vieron algo más de la serie (HBO difundió, hace un par de semanas, los primeros 3 episodios para los principales medios especializados del espectáculo), dicen que después va agarrando ritmo y se pone mejor. Es simplemente cuestión de confiar en Pizzolatto y seguir apostándole un par de fichas; ¡el tipo no pudo haber metido semejante primera temporada de pura carambola!


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